martes, 27 de agosto de 2013

J capitular. 1. A vueltas con la creatividad


Ha refrescado un poco. Y se agradece.
Decía Eugeni d’Ors: “Todo lo que no es tradición, es plagio”; quizás la frase sea un poco extrema, pero lo cierto es que en el tema de la creatividad no es oro todo lo que reluce. Y es que, al parecer, ser creativo no es tanto inventar algo “nuevo”, sino tener una forma “nueva” de combinar cosas ya existentes. En literatura, Vladimir Propp llegó a definir 31 elementos que se repiten invariablemente en todos los cuentos populares —aunque no todos en el mismo—, y en la caligrafía ¿qué decir? tenemos aproximadamente 28 signos alfabéticos y un número de tipografías menos amplio de lo que parece que vamos combinando de mil maneras posibles.
Cuento esto porque la inicial en la que he estado trabajando no es, desde luego, toda mía. Y me apetece dejar constancia del proceso.

1a Parte. Necesito una J capitular
Quiero hacer una carta de bienvenida y necesito una J inicial que destaque. Lo primero que hago es buscar en mi archivo, pero no encuentro ninguna que se ajuste a la idea previa que tengo. Encuentro, eso sí, dos I de sendos libros antiguos. La primera es de Giulio Menna y la tengo anotada como Walters Manuscript W. 805; la segunda me consta como “Freiburg, Bibliothèque cantonale”. 


No estoy seguro, pero supongo que tendré que darles las gracias a nuestros amigos de e-codices  y Walters Art Museum Illuminated Manuscripts , que generosamente publican en Flickr infinidad de páginas de manuscritos maravillosos.
El hecho de que sean íes, y no jotas, es un problema relativo. Porque lo que hago es diseñar una nueva letra a partir de las ideas que más me gustan de las dos. Ya tengo resuelto el primer problema.

2a Parte. Nunca estoy contento
Demasiado alargada. Poco “matemática” en sus proporciones. Y en la etapa actual necesito orden mental, así que recurro a la solución más obvia: la sucesión Fibonacci, descrita por Leonardo de Pisa a principios del siglo XIII y que nunca deja de asombrarme. 

Tras ajustar mi diseño a estas proporciones, el resultado ha sido éste:

Y bien, ya tengo la J que necesitaba. 
Ahora he de elegir colores, papel y técnicas, pero eso será en el próximo post.
Ferdinandus, d.s.

2 comentarios:

  1. Saludos! Me daría un gran gustazo que dentro de tus proyectos te plantees hacer algo porque si y solo para ti, sin importar la matemática ni la "bella" perfección que la acompaña. Digo, se que disfrutas lo que haces pero se también que podrías disfrutarlo mas profundamente o puede que esté equivocado (ya tu me entendrás jeje). Aceptando la propia imperfección encontramos lo realmente hermoso de las cosas únicas y con personalidad. Resumiendo, lo que te doy como mi mas humilde consejo en mis pocos años de experiencia (22 años) es que disfrutar de todo.. incluso de lo "feo" te llevará a una felicidad perpetuada sin importar mucho lo que digan los demás o incluso esa pequeña voz dentro de uno mismo que a veces nos exige de mas sin necesidad de demostrar nada, solo disfrutar. Sin infulas de superioridad, mas bien de igualdad y afecto de compañeros de blog jejeje espero te sirva mi opinión de algo. Saludos!

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  2. Rubén, te agradezco sinceramente el consejo, pero para mí no existe contradicción entre la aceptación de la imperfección y la belleza matemática. No tengo obligaciones con la caligrafía: ni siquiera para conmigo mismo. Dibujo por el placer de hacerlo, sin que nadie me obligue. Intento hacer las cosas bien por el placer de hacerlas; aprender por el lujo que sé que significa aprender; y hago sólo lo que me apetece y cuando tengo el tiempo necesario… sin olvidar la pasión, tan necesaria como el tiempo. Utilizo la caligrafía como una forma de terapia, de relax, de búsqueda, de autoconocimiento. Hay cosas que no explico, pero que están ahí. A veces me emocionan las proporciones y me entrego a ellas; otras el color; o un tipo de letra, o una inicial que he visto en un manuscrito medieval. Conozco mis limitaciones, mi vista ya no es lo que era pero aún distingo una cosa bien hecha de otra llena de imperfecciones, y que esta última sea un trabajo mío no me causa más desazón que el deseo de mejorar. Creo que no tengo ínfulas. Si a veces tardo en contestar un comentario es porque no tengo tiempo, o porque soy un despistado terrible; y me acerco a los demás, lleven ya tiempo en el oficio o acaben de empezar, como un alumno que sabe que cualquiera puede enseñarle —o que de cualquiera puede aprender— algo valioso.
    Saludos y practica. Y no le tengas miedo a los números, ni a la belleza. Yo he encontrado en ellos, quizás un poco tarde, profundidades increíbles.
    Fernando.

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