lunes, 31 de marzo de 2014

Variación sobre una “A” capitular

A veces me seduce el caos. Encuentro una imagen que, a pesar que no tener correspondencia con los cánones ni la estructura de lo considerado bello, me resulta profundamente atractiva. No es frecuente, pero tampoco extraordinario.
La última ha sido una “A” capitular de un manuscrito alemán del XVI conservado en Berna. Lo publicó Rromir Imami (e-codices) —gracias— y puede verse la pagina completa original en:

Cuando la vi quedé impresionado. Era extraña, motivándome al tiempo cierto rechazo y una profunda atracción. De un lado, el trazo me pareció errático y disperso; de otro, tuve la sensación de que estaba realizada por alguien con oficio, que había visto y caligrafiado muchas letras y que podía permitirse el lujo de la innovación sin más límite que su imaginación. 
Intento imaginarme al escriba. Veo sentado, en el scriptorium, a un anciano monje; aún tiene autoridad, pero ha perdido vista y pulso; quién sabe si padece algunas dolencias, físicas o mentales, que lo limitan. Insiste en seguir con su rutina de copista y nadie osa ya contradecirlo. Imagina una hermosa letra, pero el resultado no es el que pretende. No le importa; sabe que, entre los más cercanos, su pasión y su libertad para crear aún despiertan admiración. Siente el peso del tiempo, que no perdona. Pero decide que mañana seguirá escribiendo. 
La he tomado como guía, intentando intuir algo parecido a lo que posiblemente quería hacer él. Ha sido mi forma de homenajear a un desconocido que, cinco siglos después, me ha motivado hacer un alto y a tomar de nuevo la pluma y el pincel.
                                       Desarrollo sobre papel Fabriano de esbozo

                                                        Retoques sobre lo retoques


Realizada sobre papel para dibujo hecho a mano, de 14 x 20 cm. y 120 gr.
El gouache es el Azul cobalto 108a de Pelikan y la tinta roja la Escarlata de W & N Calligraphy.

Ferdinandus, d.s.

jueves, 20 de marzo de 2014

Feliz Año Nuevo (de Gracia) con la D anterior

Estimadas y estimados familiares, amistades, allegados y gentes de buen vivir, ya sé que me repito, pero es que el tiempo es cíclico. 
Hoy, 20 de marzo, es el equinoccio de primavera, uno de los dos únicos días del año en que el día y la noche tienen la misma duración. A partir de ahora los días día serán progresivamente más largos hasta llegar al solsticio de verano, momento en que, a pesar de seguir siéndolo, la luz irá perdiendo terreno. En el equinoccio de otoño volverán a igualarse y, a partir de ahí, la oscuridad irá creciendo hasta culminar en el solsticio de invierno, en que se vivirá la noche más larga. 
Esa noche, nos cuentan los clásicos, nacieron grandes dioses; entre otros Mitra, Osiris, Krishna o el mismo Cristo. Diferentes religiones celebraban así el renacer de la luz. 
Este debería ser para los cristianos el comienzo del año, no en vano los hemos fechado durante siglos como A.D., Anno Domini o “Año del Señor”. Pero, azares que nos transitan, acabamos celebrándolo el 1 de enero, que es la fecha en que los romanos elegían sus cónsules. 
Pero no siempre ha sido así. En algunos reinos medievales el año comenzaba tal día que hoy. Y no a a las 12 de la noche, sino al mediodía. Fue el llamado Año de Gracia, que quedaba marcado en los documentos como A.G.
La explicación es sencilla: si había de conmemorarse la llegada de Cristo al mundo, ésta no acontece realmente cuando nace, sino cuando es se encarna, y ese milagro, a decir de los cristianos, se produjo nueve meses antes de su nacimiento, momento que coincide en el equinoccio de primavera. La hora exacta será la del Angelus, la de la Anunciación a María del Arcángel Gabriel.
Curiosamente, si miramos el calendario astrológico veremos que también comienza en esta fecha, inaugurado por el signo de Aries. 
Las consideraciones filosóficas de todo lo anterior no dejan de ser interesantes, pero ahora no vienen a cuento, así que me limito a desearos un buen comienzo de año... de Gracia, por supuesto.
Y para conmemorarlo me permito adjuntar un escrito del poeta brasileño Fernando Sabino, que mi amiga Amparo tuvo a bien compartir conmigo hace un tiempo, y que he estado caligrafiando en ratos libres estos días.
Por si no se entiende bien la letra —lo cual sería lamentable, pero posible— el poema dice así:
                 De todo, quedaron tres cosas: 
                 La certeza de que estaba siempre comenzando, 
                 la certeza de que había que seguir y 
                 la certeza de que sería interrumpido antes de terminar. 
                 Hacer de la interrupción un camino nuevo.
                 Hacer de la caída un paso de danza, 
                 del miedo una escalera, 
                 del sueño un puente, 
                de la búsqueda un encuentro.
                               Fernando Sabino, en O encontro marcado

En nombre de toda la familia, os reitero mis deseos de un Feliz Año Nuevo (D.G. por supuesto) lleno de venturas, aventuras y paz.


Ferdinandus, d.s.