sábado, 17 de diciembre de 2016

Felicitación familiar de Navidad. 2016. Reflexiones.

Como cada año, por estas fechas, aprovechamos para felicitar la Navidad y desear un feliz año nuevo a familiares, amigos, conocidos y saludados —según la terminología de Josep Pla—. Este año, sin embargo, ha sido un poco diferente: Nos hemos limitado al Feliz Navidad y poca cosa más, sin esa frase inicial típica que invitaba a la reflexión. Y es que para reflexionar, en esta ocasión, quizás porque son mis primeras navidades como profesor jubilado, he preferido contaros dos historias. 
Vamos a ellas.
La primera, de ficción, era un sencillo cómic del que recuerdo únicamente la trama. Mostraba dos trincheras y dos soldados, uno a cada lado. A cada cual le habían descrito al Otro, al enemigo como un salvaje, un asesino, un depredador. Así que se odiaban a muerte. Como no conseguían atravesar esa tierra de nadie que los separaba, un día, ambos tuvieron la misma idea: salir ocultos por la noche, llegar hasta el refugio del Otro y allí, mientras dormía, darle muerte. 
Sin saberlo se cruzaron y ambos, al llegar a sus respectivos destinos, los encontraron vacíos. Y entonces se descubrieron. Tal como eran en realidad. Porque cada uno vio, entre la miseria de las trincheras y al lado del catre mugriento, las cartas de la novia, las fotografías de la esposa y los hijos, o el paquete de la madre del Otro. Entendieron entonces que el Otro, el odiado enemigo, no era más que un joven lleno de ilusiones, como él, aunque con diferente uniforme. Fracasado su intento, volvieron a sus parapetos. Al día siguiente se siguieron disparando por obligación, pero ya sin odio. 
La segunda es una historia real: se la recuerda como la Tregua de Navidad. 
En julio de 1914, las tropas alemanas invadieron Bélgica para llegar rápidamente a París, pero el contingente anglo-francés los detuvo en Yprés, a costa, eso sí, de gran cantidad de bajas en ambos bandos. 

El frente se inmovilizó en un equilibrio de fuerzas y la llegada del invierno, con sus lluvias, nieve y frío no hizo sino complicar la situación, ayudada por los parásitos, las ratas, el barro o el hielo en que vivían los soldados. 
En este contexto, el 24 de diciembre los alemanes dejaron de disparar y comenzaron a “decorar” sus trincheras con lo que podían. La artillería cesó su actividad. En algunos sectores, se permitió retirar a los caídos en la tierra de nadie. Esa noche, en ambas trincheras, entre la nieve y el hielo, se cantaron  villancicos, entre otros, Noche de Paz. 
Al día siguiente, Navidad, ocurrió algo inaudito: un soldado británico dejó su fusil y sus cartucheras, abandonó el parapeto, desarmado, y se dirigió hacia el enemigo. Sus compañeros temieron por su vida y pensaron que estaba loco pero, desde el otro lado, otro joven salió también sin sus armas y fue a su encuentro. Se saludaron y quizás intercambiaron unos pobres regalos. Otros soldados se sumaron rápidamente. 
Hasta ayer enemigos irreconciliables y hablando lenguas diferentes, la noche anterior habían descubierto algo común y, sin que se sepa cómo, esa mañana acabaron improvisando un partido de fútbol en esa odiada y temida tierra de nadie. Los respectivos mandos reaccionaron pronto ante tamaña insubordinación; se llamó al orden a la oficialidad, se exigió a la tropa la vuelta a las trincheras, la artillería recibió la orden de abrir fuego de nuevo. 
A partir de entonces, por estas fechas y para evitar nuevos desvaríos, desde los generalatos se ordenaba recrudecer los bombardeos sobre el enemigo.
La guerra todavía duraría más de tres años. Se introdujeron los gases y otras armas cada vez más mortíferas; los muertos sumaron unos nueve millones, casi todos ellos jóvenes. Europa se llenó de cadáveres, de mutilados, de padres desolados, de viudas y de huérfanos, de supervivientes que no superarían nunca, psicológicamente, lo que sufrieron durante esa larga etapa de su vida.
Quedó, eso sí, marginada durante muchos años por la historia, recordada sólo por un puñado de combatientes, la hermosa Tregua de Navidad.
Este año para nosotros, Feliz Navidad, independientemente de si eres cristiano, profesas cualquier otro credo o no tienes ninguno, deseamos que signifique justo esto: un paréntesis temporal, marcado por nuestra tradición, en que podamos permitirnos el lujo, el placer, de ver a cada persona de buena voluntad, incluso si la circunstancias lo han llevado a ser temporalmente el enemigo, sencillamente como lo que en el fondo es: un semejante; alguien con quien permitirnos el placer de compartir lo que tengamos.
Que el año 2017 os sea grato y para recordar con alegría. Y, para seguir con la tradición, no olvidéis cantar villancicos, independientemente de vuestras creencias o descreencias.
Con nuestros mejores deseos, un abrazo de

La familia Torrijos - Van Schoor

Felicitación familiar de Navidad. 2016

Era opinión de los aristotélicos que la Naturaleza aborrecía el vacío y, en la historia del arte, es fácil encontrar etapas en que diferentes oficiantes se empeñaron en rellenar cada hueco de sus obras, fueran éstas pinturas, manuscritos, decoraciones de muebles o el resultado de cualquier otra actividad artística. A esta afición se la ha relacionado, a lo largo de los siglos, con el Horror vacui
Hay, creo yo, cierta perversión en esta acción de rellenarlo todo. Una especie de caída a ese vacío que genera horror, una atracción hacia no sé qué abismos interiores mediante un acto que intenta externalizarlos. Es un miedo que he vivido a veces y que, en esta felicitación, me he lanzado a él de lleno. 
Dejando aparte disquisiciones, la cosa ha sido más sencilla: no estaba quedado mal la cosa, pero primero empezó a molestarme el rojo inmaculado, así que “orlé” con blanco —cuando hice la fotografía aún me quedaban un par de detalles—. Luego la cosa fue a peor: me molestaba un poco ese blanco del interlineado, así que tomé el palillero, cargué la plumilla y, tras unos tensos momentos, me decidí. 

Y ya está. Una vez empezado ya no hubo vuelta atrás; así que dale que te pego hasta llenarlo todo con esa especie de volutas a las que soy tan aficionado. Quizás fue para calmar los nervios de una tarde o quizás por simple distracción, aunque mi excusa preferida es el recuerdo de aquella afirmación que caligrafié una vez: “Haz cada día algo que temas”. Lo temía y sí, lo hice.

A nivel de materiales y procedimientos lo habitual, con la salvedad de utilizar un papel de 30 x 30 cm. 
Esta vez, como ya dije, no ha habido frase para la reflexión al principio. La razón es que quería adjuntar un par de historias cortas que me parecieron significativas cuando las conocí, dados los tiempos que corren. 
Por supuesto, próximamente en este blog.

Ferdinandus, d.s. bajo el signo de Sagitario de 2016 A.D.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Felicitación familiar de la Navidad de 2016. Bocetos.

Siempre empiezo estas felicitaciones con tiempo. Esta vez ha sido a principios de noviembre. Luego las voy realizando poco a poco, sin prisas, dejando reposar el trabajo. Son frecuentes los cambios durante su elaboración, incluso en su fase inicial de bocetos. 

A veces, esos cambios mejoran el aspecto inicial; otras, acabo con la sensación de que en algún momento continué cuando debía haber parado. Justo como en cualquier otra faceta de la vida.

Este año decidí un cambio importante: no habría una frase inicial sobre la que reflexionar. Sólo un “Feliz Navidad” —en latín, “Natale Hilare”— y, como concesión, un deseo de un próspero 2017. Tuve mis razones.

La iniciales son variantes de una tipografía moderna, la Alte Schwabacher de Dieter Steffmann. 
Últimamente me atrae mucho trabajar con filacterias, así que aquí las he utilizado con profusión para enmarcar el texto: “Domus Torrijos & Van Schoor desiderat vobis “ y “et Annum Faustum 2017” —La casa / familia Torrijos y Van Schoor os desean” y “y un próspero año 2017”.

Ferdinandus, d.s. bajo el signo de Sagitario

jueves, 1 de diciembre de 2016

Bienvenida para Martina Llambrich i Cumplí

Cada trabajo lleva su ritmo, en el que se entrecruzan detalles, sucesos, viajes, sorpresas. Este ha quedado en el aire durante algún tiempo, pero finalmente lo he acabado.

He aprovechado para hacer prácticas con góticas elongadas, para volver a probar una de las tintas doradas que tengo —la Windsor & Newton Calligraphy Ink—, volver a las andadas con el pan de oro —poco a poco voy saliendo de la penuria—, y entretenerme, gratuitamente por cierto, con una orla inspirada en un fresco que vi hace poco en la iglesia de San Miguel de Gante —Gent Sint-Michielskerk—. 
Para el soporte también busqué algo especial: un papel artesano creo que de Ca l’Oliver con barbas a los cuatro lados y con un formato un tanto extraño —40 x 21  cm— que fue el que me permitió incluir la gratuita orla final.
Las razones ahora no importan, pero para encabezar la caligrafía elegí un texto del Alicia en el país de las Maravillas de Lewis Carroll. Concretamente un fragmento de su diálogo con el gato de Cheshire:
¿Podrías decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí?
-Esto depende en gran parte del sitio al que quieras llegar - dijo el Gato.
-No me importa mucho el sitio... -dijo Alicia.
-Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes - dijo el Gato.
- ... siempre que llegue a alguna parte - añadió Alicia como explicación.
- ¡Oh, siempre llegarás a alguna parte - aseguró el Gato -, si caminas lo bastante!

Por supuesto, me tomé la molestia de buscarlo en inglés y copiar la versión original. 

El resto del texto, dada la tradición familiar, está en catalán y es simplemente un recordatorio de los nombres de padres y abuelos y unas simples palabras de bienvenida.
Ferdinandus, d.s. bajo el signo de Sagitario del 2016 A.D.