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miércoles, 11 de diciembre de 2024

Felicitación familiar de Navidad de 2024-2025

 Como cada año, hay dos textos: el de siempre: «Domus Torrijos - Van Schoor desiderat vobis Natale Hilare et Annum Faustum 2025» que viene a decir que os deseamos una Feliz Navidad y un próspero año 2025, pero en latín… 

Y la frase propuesta para la reflexión, que este año es: 

«Lo que pasa es que crees que tienes tiempo», sobre la cual no creo que haga falta ninguna consideración.

A nivel técnico y de materiales esta vez he cambiado papel y formato: he optado por uno de acuarela de 20 x 20 cm. y 270 gr. marca AQUARI, fabricado con algodón y lino por Sastres Paperers al Molí de la Farga de Bañolas.

Respecto al proceso: ha sido de risa, la verdad. Empecé con los bocetos en septiembre —posiblemente influido por la contundencia del texto elegido— y luego repetí este trabajo cinco veces. Cinco. 


Tras un primer intento que emborroné, en la segunda versión no acerté con el grosor de la plumilla en el texto inferior. 



En la tercera, decidí eliminar este texto y hacer más altas las hierbas, pero me pareció entonces que los márgenes eran estrechos. Y tampoco me convencía cómo quedaba el naranjo.



En la cuarta me equivoqué en la distribución y finalmente, en la quinta, amplié los márgenes, volví a incluir el texto inferior, bajé la altura de las hierbas y modifiqué el diseño del naranjo. Y decidí dejarlo así porque ganas de seguir, tenía.



Y ahora, como novedad, comentaros que este año me he preocupado del «mensaje» que, como entiendo que está un poco oculto, me gustaría explicaros.  

Porque, desde mi agnosticismo, he intentado representar los tres comienzos místicos del calendario cristiano, que no siempre coinciden con el litúrgico.

El primero es de la Natividad de Jesús, un ciclo astronómico que comienza en el solsticio hiemal, alrededor del 21 de diciembre y que celebra el principio del fin de la oscuridad, tras la noche más larga del año. Este inicio se comparte con los nacimientos de otros dioses como Krisna, Horus, Zoroastro o Mitra. 

En nuestra felicitación está representado por las gamas oscuras de los verdes y la rama de acebo, en la parte superior, y el naranjo, así como la felicitación navideña en diversas lenguas que lo rodean. Es el reflejo de la Navidad, del Anno Domini o Año del Señor (A. D.).

Los otros dos, próximos al equinoccio de primavera en términos astronómicos —del equilibrio entre día y la noche, la luz y la oscuridad— son el Anno Dominus Incarnationen, que celebra la encarnación de Cristo «se hizo carne y habitó entre nosotros» (Juan 1:14)y el Anno Gratiae relacionado con el calendario luni-solar judío y la celebración de la Pascua. Sus lógicas: el comienzo del ciclo ha de coincidir, bien con su Encarnación, bien con su Resurrección (si eres o has sido católico, no necesitas explicaciones; de no ser así, serían largas y no se trata de dar demasiado la turra).

A nivel de imagen, fijaos como en el centro desaparecen el rojo y el verde oscuro y dominan los verdes más luminosos, con un degradado del oscuro hacia el claro, del invierno a la primavera.

Dominando el nivel inferior el naranjo citado cargado de frutos sobre una base de hierbas y flores: se cierra el círculo, al ser una fruta invernal pero fijaos que no tiene la copa redondeada, sino que, junto con su tronco y las raíces expuestas, conforma la imagen de un cáliz, que recordaría la Última Cena. 

Se proyecta así la Natividad hacia los otros dos posibles comienzos de año.

Acompañándolo, «Feliz Navidad» escrito en distintas lenguas: las familiares: español, catalán y flamenco y —en lenguas modernas— otras de  diferentes áreas en las que se desarrolló un arte cristiano que aún persiste en iglesias, catedrales y basílicas, entre otras técnicas. Tanto en Occidente —románico, gótico, renacentista o barroco— como en Bizancio, representado por el griego y el ruso, las dos facciones más importantes de la Iglesia ortodoxa.


Un abrazo.


Ferdinandus, d.s. Finalizado el 17 de noviembre, en el tercer decanato del signo de Escorpión, bajo el influjo de Venus, del duomilésimo vigésimo cuarto A. D.


martes, 19 de diciembre de 2023

FELICITACIÓN FAMILIAR NAVIDEÑA. 2023-2024

 Otro año aquí. He de reconocer que cada vez me cuesta un poco más e incluso que en alguna ocasión he pensado en dejar esta costumbre; pero esa parte mía ligada a una mentalidad conservadora me termina atrapando. Al menos hasta ahora.

Este año he vuelto a la decoración con muérdago y acebos —eso sí, en tonos no menos brillantes, pero sí más oscuros— y a las filacterias a las que me voy habituando.

En un principio iban a ser cereales y lúpulo, en la parte superior, y vides, en la inferior—una especie de homenaje a cervezas y vinos— pero luego todo se dio la vuelta. Quedaron restos en algunos bocetos y en un primer diseño que luego deseché.




Las iniciales, finalmente, las cambié un poco.



La frase propuesta par la reflexión de esta año es de Italo Calvino. 


«L’inferno dei vivi non è qualcosa che ci sarà: se esiste, è ciò che è già qui, l'inferno in cui viviamo tutti i giorni, che formiamo stando insieme. Esistono due modi per non soffrire. Il primo è semplice per la maggioranza delle persone: accettare l'inferno e mettersi da parte fino al punto da smettere di percepirlo. Il secondo è rischioso e richiede attenzione e apprendimento continuo: cercare di sapere riconoscere chi e cosa, dentro l'inferno, non è inferno e proteggerlo e dargli spazio».


Cuya traducción podría ser:


«El infierno de los vivos no es algo que será; es aquél que existe ya aquí, ese infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptarlo y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige una atención y un aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio». 


En cuestiones técnicas no voy a entrar hoy. No me apetece. Comentar, eso sí, que mi querencia por el papel de acuarela de Garzapapel, que es el usado, me hace sufrir cuando tengo que utilizar plumillas con tinta, porque no me acabo de hacer y siempre lo emborrono todo. 



Hace sol y tengo mucho por hacer. Aquí lo dejo.


Un abrazo.


Ferdinandus, d.s. Finalizado en el tercer decanato del signo de Sagitario del Anno Dominice Incarnationis de MMXXIII


martes, 30 de mayo de 2023

Un nuevo blasón para un linaje Buxó

 Durante meses he estado entretenido con un par de escudos heráldicos que he ido trabajando en paralelo. Este es el primero que he terminado.

Una aclaración respecto a este primer blasón: es una copia un modelo previo pero del que no he encontrado coincidencia con las armas que le otorgan los Institutos Heráldicos a linajes con este apellido. 

Ahora bien, dado que los blasones corresponden, como señalo, a linajes y no a apellidos, he entendido que —por alguna razón que desconozco— éste no está catalogado.

Como siempre, los cambios sobre la marcha han sido frecuentes...


Hasta llegar al diseño definitivo

A nivel de lemas he utilizado dos:

En la bordura, (ese espacio que rodea interiormente el escudo):

Doctrinæ cultus nemo spernit stultus

Un proverbio medieval que podría traducirse como: «Nadie, salvo si es necio, desprecia la cultura». 

En la filacteria he incluido el lema o divisa propiamente dicho: 

Ubi amici, ibidem opes.

 «Donde están los amigos, ahí están las riquezas», un aforismo de Tito Maccio Plauto. Y aprovecho para señalar que, en el escudo original, no constaba ninguna.



El diseño

Del escudo propiamente dicho: tras empezar con el «español» típico, finalmente me salté las normas y tomé como referencia uno de justas de la Bohemia del siglo XV, más acorde con el resurgir de ciudades y burguesía. 

Lo he representado sujetado por correas al yelmo e inclinado respecto a su eje, en esa posición denominada «en tercerola a la Valona» —tan denostada por algunos heraldistas tradicionales — siguiendo una moda que nos llegó de los Países Bajos en el siglo XVI.

Respecto a las figuras y esmaltes del blasón y los adornos exteriores, su descripción sería: De oro y almenado en su parte superior, con un boj desarraigado en sinople y, sobre su tronco, un oso estatante en sable.

Aunque no sea exactamente así ya que, en esta posición, un animal suele representarse con las partas delanteras juntas. Para su diseño me inspire en el oso del blasón de la ciudad polaca de Przemyśl.

Para la cimera usé una urraca cerrada y regardante. Su diseño está inspirado en un kakemono japonés de autor desconocido.

Acerca del yelmo: tras diversas aproximaciones elegí un «stechhelm» o yelmo de ‘boca de rana’, también renacentista y asociado, a nivel heráldico, a linajes de caballeros y gentileshombres. Por cierto, un yelmo de este tipo lo pintó el gran Durero con tres vistas distintas en una acuarela preciosa.

Respecto a los materiales: He trabajado con técnica mixta sobre pergamino en un formato aproximado al DIN A4. El dorado del escudo es pan de oro sin bruñir. En las siluetas de la bordura y en el oso he utilizado pasta de relieve mezclada con tintas de la serie Calligraphy de Windsor & Newton para conferirles volumen y brillo. 


La encuadernación del texto explicativo

Un blasón es algo muy diferente a una simple página caligrafiada o una inicial decorada. La heráldica, en sí, es una disciplina compleja y, como otras actividades, tiene una terminología propia —los colores, por ejemplo, son esmaltes o metales: el rojo se denomina «gules»; el verde, «sinople»; el negro, «sable»— y cada parte del escudo o división tiene su propia nomenclatura. Y luego están, además, los diferentes símbolos asociados. 

Así que decidí acompañar ambos escudos —insisto, éste ha sido el primero que he acabado— con un texto explicativo del porqué de cada cosa y de los diferentes significados que explicaban la elección de cada elemento.

Y, obviamente, no quería enviar simplemente un .pdf impreso, así que decidí imprimirlo y encuadernarlo. O mejor dicho, varias, porque el resultado no fue satisfactorio en los primeros intentos.

La primera la realicé en formato DIN A5 y, dado que eran pocas páginas, pensé hacer un desplegable que iría unido a las tapas —en una sola pieza y con rebajes para que se pudiera cerrar— sólo por el la primera.

Ahora bien, unir las hojas entre sí planteaba un problema. Una solución fue unirlas por la parte trasera con un ‘cello’, pero era poco consistente.

Otra fue aplicar una fina franja de papel para unir cada juntura, pero el resultado no era estético y alteraba la homogeneidad del grosor de la tripa cuando se plegaba.

Finalmente la opción fue imprimir en un formato más original —26 x18 cm— y, dado que tenía pocas páginas, usar una encuadernación con cosido japonés.

El papel de la tripa ha sido un Ingres de Guarro de tono amarfilado, verjurado y de 108 gr.

El problema ha sido la utilización para la cubiertas exteriores de un papel apergaminado que no ha encolado perfectamente.

En la portada caligrafíé la divisa y en la contraportada el texto de la bordura.  

Para el cosido utilicé cordón encerado de 1 mm. de color rojo.


Ferdinandus, d.s. Trabajo finalizado bajo el tercer decanato del signo de Aries, en el Anno Domini MMXXIII.


lunes, 27 de julio de 2020

F de Fernando, con hojas.

No sé si hay demasiadas personas capaces de juzgarse a sí mismas con un mínimo de imparcialidad. Yo no, desde luego. Así que, para organizar mi inicial decidí no imaginar nada, recurrí a un F bastante común —y que quedó demasiado gruesa al final, pero no me percaté hasta bueno le di color—,  y asumí un poco del resto de las iniciales de la familia, como para significar algunas de mis grandes dependencias emocionales: Las hojas son de forma hastada, como las que utilicé para la G mi esposa; sus colores —así como los de los pequeños frutos— son, en cambio, la combinación de los utilizados en las iniciales de mis hijas e hijo.
Inscribí mi inicial en un hexágono regular —esta vez afinidades con el número seis— y, como en el caso de la G de Guillermo, tardé unas dos semanas hasta que me decidí por la tipografía del título que he hecho coincidir con la suya.

Estos días está haciendo mucho calor. Y lo noto.
Ferdinandus, d.s. Finalizado entre el segundo decanato de Cáncer y el primer decanato de Leo del Anno Dominice Incarnationis de MMXX.

sábado, 25 de julio de 2020

G de Guillermo con hojas

Era de esperar. En un momento dado me pregunté ¿por que no hacer las iniciales de todo el conjunto familiar e integrar así también a los varones? Y de este modo comencé, simultáneamente, a dibujar una G para mi hijo Guillermo y una F para mí mismo.
Guillermo siempre nos ha parecido complejo y brillante —a su manera, por supuesto— por lo que me planteé insertar su inicial en un heptágono regular —afinidad simbólica con el número siete— y utilizar colores relacionados con el Sol, ya que nació bajo el signo de Leo. 

Decidí utilizar el amarillo limón para la base y, además del pan de oro, usar también la tinta dorada de la serie Calligraphy Ink de Winsor & Newton añadida en algunas partes.

Para romper la monotonía cromática, que me resultaba demasiado monótona y daba al trabajo un aire de “sobreexposición”, añadí pequeños frutos rojos al lado de los anaranjados y dorados.
Las hojas, esta vez, han sido lanceoladas.

Acabé el trabajo hace ya un par de semanas, pero he estado dudando durante todo este tiempo con la tipografía a utilizar en el título. Al final una uncial.
Ferdinandus, d.s. Finalizado entre el segundo decanato de Cáncer y el primer decanato de Leo del Anno Dominice Incarnationis de MMXX.

sábado, 6 de junio de 2020

C de Carla en granates y cálidos

Intentando cosas nuevas. No un color ni dos, sino alguno más. Siempre acuarela. El dominante ha sido el Carmín de gar oscuro nº 354, de Schmincke Horadam (en tubo), complementado con Rojo de cadmio nº 332, Carmín 333, y Amarillo indio nº 225 en pastilla. Para las frutillas, la tinta Escarlata Calligraphy Ink de Winsor & Newton mezclada con pasta de relieve La Pajarita.

Por cierto, el puntito para significar el brillo de cada frutilla, después de pruebas con tinta, gouache, etc, el mejor resultado lo he obtenido con un rotulador blanco de punta fina: concretamente el Begreen de Pilot.

El papel utilizado el ya comentado Garzapapel para acuarela de 300 gr. de 20 x 20 cm y barbas a los cuatro lados. 


E insisto, la C no está inscrita en un círculo, sino en un óvalo, aunque no sea fácil percibirlo.
Ferdinandus, d.s. Finalizado en el segundo decanato de Géminis del Anno Dominice Incarnationis de MMXX.

viernes, 5 de junio de 2020

A de Andrea en tonos verdes

Siempre hay cosas que se tienen claras desde el principio —aunque luego pueden cambiarse— y también están las dudosas. En ese caso, nuestra duda fue si utilizar un tono de verde o dos. Andrea y yo coincidíamos en el color adecuado, pero también veíamos interesante la combinación, así que finalmente nos decidimos por ambos. Los elegidos fueron las acuarelas Verde brillante nº 551 y Verde permanente nº 553 de Schmincke.
El papel utilizado —un día de estos, cuando se acabe, ya probaré otro— fue un Garzapapel para acuarela de 300 gr. de 20 x 20 cm y barbas a los cuatro lados. 

El dorado ha seguido dándome algunos problemas. Con ganas de lograr un buen volumen, primero apliqué la típica pasta de relieve de La Pajarita brillante pero, al secarse, se hundía en la zona central, a pesar de que le di dos capas.

Después, como base para dorar, he utilizado el Instacoll System Base de la casa Kölner, que me funciona muy bien sin otro producto posterior. 

Y hubo también un segundo problema con la pasta de relieve que no fue grave, pero cuyo resultado no era el que pretendía. Esta pasta me ha ido siempre muy bien mezclada con la tinta Escarlata de Winsor & Newton pero, al mezclarla con otros colores —la tinta Verde también de Winsor & Newton y los verdes 551 y 553 de las acuarelas Schmincke— el resultado fue un tono verde oscuro muy homogéneo, donde no se notaban las diferencias cromáticas de los colores originales.
Es lo que apliqué para resaltar las frutillas que esta vez, a diferencia de la G de Godelieve, no tenían ramitas que los unieran a los tallos de las hojas. 
Ferdinandus, d.s. Finalizado en el segundo decanato de Géminis del Anno Dominice Incarnationis de MMXX.

sábado, 2 de noviembre de 2019

Un árbol con siete frutos

Sefer Yetzirah. Capítulo Cuarto. Sección decimoquinta 
Siete dobles, begat cafrat.
Porque en ellas están establecidos siete Mundos, siete Firmamentos, siete Tierras, siete Mares, siete Ríos, 
siete Desiertos, siete Semanas, siete Años, siete Remisiones 
y siete Jubileos.
Por eso prefirió los intervalos de siete bajo todos los Cielos.






Uno de los números que destacan en el universo cabalístico es el siete: los días de las semana el mes lunar tiene cuatro semanas, el periodo de la mujer—, el número de brazos que tiene la menorah, el candelabro hebreo. Como el árbol de mi dibujo, que tiene siete ramas que se le asemejan y que da siete frutos. 
Aparte de las siete letras dobles, hay otros dos números siete que fueron los que me motivaron a hacer esta caligrafía y sobre los que reflexionaba mientras trabajaba: los años de Remisión y los de Restitución.
Entre los antiguos hebreos, cada siete años se celebraba un año de Remisión, o Sabático, en el que debían perdonar las deudas a sus prójimos —quizá el sentido del Padre Nuestro “perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores” no sea metafórico, sino literal; recordemos que la figura de Jesús se asocia al movimiento esenio, cuyos miembros habían llegado a practicar una suerte de comunismo primitivo—, y luego, tras siete veces siete, el quincuagésimo año, tenían el año de la Restitución o Jubileo, en el que el perdón de las deudas, la liberación de esclavos y otros pormenores no sólo afectaba a los miembros de la comunidad judía, sino también a los extranjeros que convivían con ellos.
Está escrito en Deuteronomio 15 (edición Reina-Valera 1960)

15  Cada siete años harás remisión.
2 Y esta es la manera de la remisión: perdonará a su deudor todo aquel que hizo empréstito de su mano, con el cual obligó a su prójimo; no lo demandará más a su prójimo, o a su hermano, porque es pregonada la remisión de Jehová. (…)
12 Si se vendiere a ti tu hermano hebreo o hebrea, y te hubiere servido seis años, al séptimo le despedirás libre.
13 Y cuando lo despidieres libre, no le enviarás con las manos vacías.
14 Le abastecerás liberalmente de tus ovejas, de tu era y de tu lagar; le darás de aquello en que Jehová te hubiere bendecido.

Y en Levítico, 25
8 Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años. (…)
10 Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia.
11 El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos.

Esta práctica —me temo que en desuso— tenía una importancia significativa en aquella sociedad. Señala al respecto una nota a pie de página de la traducción del Sefer Yetzirah: “La consecuencias de la ley no eran tan sólo de orden económico, impidiendo la pobreza o riqueza excesivas, sino que contribuía a la paz, relajando las tensiones sociales. Pero quizá lo más importante sea su significado y efectos sobre la preocupación y vida individual cotidiana del judío. No había que apurarse demasiado si la desgracia se cernía sobre uno, ni tampoco uno se podía sentir tentado ni estimulado a acumular. Lo efímero y transitorio de los bienes materiales era algo que debía calar en el sentir del pueblo y favorecer la entrega de sus vidas a Dios”.


Y ahora mi reflexión de hoy: Nada nos pertenece; todo lo que creemos poseer, y no sólo los bienes materiales sino también la familia, los amigos, la juventud, la salud y hasta la propia vida, no es más que algo efímero que un día —más cercano, más lejano— dejará de ser nuestro. 
Toca reivindicar, pues, la existencia considerada como lo que es: un conjunto de préstamos; y que nosotros, como deudores o acreedores, deberíamos gestionarlos, en cada caso, con moderación, justicia y generosidad, luchando con ahínco contra la absurda ilusión de que hay algo que realmente nos pertenece, porque todo lo disponemos sólo en depósito. 
Disfrutad de lo que tenéis o creéis tener: tiene fecha de caducidad. Y, aunque seáis jóvenes, creedme, nunca está demasiado lejana.
Ferdinandus d.s. Finalizado bajo el tercer decanato de Libra, el vigésimo tercer día del mes de octubre del Anno Dominice Incarnatinonis MMXIX.

P.S. Pienso que, si no fuera porque sería mezclar demasiado tradiciones y costumbres, éste sería un buen tema para la felicitación familiar de esta próxima Navidad. Pero buscaremos otra cosa.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Dos consideraciones sobre el orden

A nivel de texto
Serva ordinem et orto servabit te. Guarda el orden y el orden te guardará.
El Orden es un tema fascinante sobre todo para quien, como yo, tiende irrefrenablemente al caos: desde el nivel social, político o laboral al simple desempeño de las labores cotidianas parece, de un lado, imprescindible mientras que, de otro, entiendo que puede ser agobiante. 
A nivel intelectual, el Orden tampoco es tan unitario como parece: hay quien distingue entre el Orden Estático y el Orden Dinámico —esa diferencia entre quien se obsesiona por que cada cosa esté “en su sitio” y quien trabaja mejor en medio de un aparente caos que no le impide saber dónde tiene, en cada momento, lo que necesita—. Y luego está el Orden Personal, porque ¿quién define cuál es “el sitio” correcto para cada cosa?
Así que la frase, resumiendo una filosofía que me parece muy defendible, me parecía demasiado rígida. Entonces, esa parte íntima de mí que tiende al desorden se rebeló y recordé otra frase, complementaria, y que me ha servido de muletilla y estímulo desde hace tiempo: La tristeza es la ausencia total de desorden.
Por cierto, he escrito esta frase es tal y como yo la recordaba pero, buscando entre mis notas —en algunas cosas no soy tan desordenado— encontré la original, que es más interesante: “El origen de la tristeza es la falta absoluta de desorden”; el autor es Antonio Dyaz y aparece en un articulo titulado “Las virtudes del desorden”, cuya lectura recomiendo. No la cambié porque la caligrafía ya estaba a medias. 
En cuanto a la imagen
Empecemos reconociendo las inspiraciones: la “L” es una variante —de hecho, acabó pareciéndose poco, pero he de reconocer el origen— de una inicial un tanto caótica, pero hermosa, que encontré en un manuscrito precioso de la Biblioteca de la Universidad de Basel (Basel, Universitätsbibliothek, AN II 3 f. 85r); la orla inferior, a su vez, es una variación —bastante mediocre, por cierto— de la que realizara esa magnífica artista que es Olga Lavka Titivillusa para adornar el acabado del rabo de un “d” en un texto (no tengo más referencias, lo siento). 
El proceso:
No sé cuantos bocetos he hecho de la bendita “S”. Alguno lo he utilizado para un trabajo familiar; los demás los he guardado como recuerdo de hasta dónde pueden llevar las dudas.




La inicial también ha sufrido variaciones, incluso de color, aunque aquí no las consigne. Una de ellas me pareció desequilibrada.


Otra la utilicé para hacer el trabajo, pero tampoco acabó de gustarme y además presentó dos problemas, por lo que lo dejé sin finalizar:
  1. En la parte inferior coloqué un árbol que descompensaba todo, tanto formal como cromáticamente, y
  2. Dejé para el final añadir el dorado, la masilla para dar relieve al rojo tardó en secar más de lo previsto y ensucié la inicial al apoyar el pan de oro. Maldito desorden.

El árbol, por cierto, tras diversas modificaciones en el boceto original, me esta sirviendo para otro quehacer con una temática absolutamente diferente. Pero de eso ya hablaremos.


P.S. Por cierto, el ligero relieve que incluso añado a algunas letras, lo consigo con la pasta de relieve de La Pajarita —la versión satinada— pero nada más me ha funcionado bien con la tinta roja Calligraphy Ink de Winsor & Newton.


Ferdinandus d.s. Finalizado bajo el tercer decanato de Libra, el vigésimo día del mes de octubre del Anno Dominice Incarnatinonis MMXIX.