lunes, 23 de enero de 2012

Lecturas recomendadas: Los calígrafos

SATZ, Mario. — Los calígrafos. Barcelona (2011): Escuela de Misterios Ediciones.
Me regalaron este libro las navidades pasadas —gracias, Miquel— y he disfrutado leyéndolo. Son seis historias que transcurren en tiempos y espacios diferentes cuyo único nexo es que los protagonistas son calígrafos o iluminadores. Un indio de las praderas que realiza crónicas en pieles de búfalo; un escriba viudo que trabaja en la Casa de la Vida en el antiguo Egipto; una historia sobre el poeta y calígrafo chino Li Po, en que busca el significado secreto de un libro escrito con huellas de pájaros; la destrucción de hermosos y venerables códices americanos a manos de sacerdotes inquisitoriales para acabar con la “idolatría” de los indios; la historia de un bastardo japonés que, marginado por su sociedad, escribe con las hojas secas de los árboles y logra el reconocimiento del emperador y, finalmente, un relato sobre un maestro árabe adobado con derviches, ángeles y una búsqueda que parece inútil y no lo es.
Para los muy puristas, hay matices que se pierden en algún relato: por ejemplo, cuando Perro Solitario (el indio cronista) aprende de las pinturas de arena de Duna Alta da la sensación de que está llevando a cabo una actividad artística, cuando en realidad los indios navajo las utilizaban como un sistema de sanación. 
Pero vaya, si dejamos de lado estas minucias, la lectura de este libro es muy recomendable para los aficionados a la caligrafía.
P.S. Iré comentando alguno más. Si algún lector conoce alguno y me lo hace saber, se lo agradeceré.
Ferdinandus, d.s. 

viernes, 20 de enero de 2012

La cerveza es la prueba viva ...

Me decidí a hacer este blog el pasado septiembre. Me faltaba práctica, el pulso y la vista ya no eran lo que habían sido, y este primer trabajo en meses no me salió como quería —y que conste que no pedía maravillas—, pero me animó a seguir. Pido disculpas por ello a los amantes de la cerveza.
El tema no resultó difícil de elegir: siempre he tenido una deuda cariñosa con algunos blogs cerveceros.
Fueron ellos los que me descubrieron el potencial de la Red para encontrar informaciones curiosas gracias a las aportaciones de gente con ganas de compartir. Nunca había entrado a un blog, estábamos preparando un nuevo viaje familiar a Bélgica —país de magníficas cervezas— y esta vez quise estar a la altura, porque una cosa es haber leído y reflexionado sobre las relaciones entre cerveza y cultura y otra conocer anécdotas sobre las cervezas de abadía —sólo existen siete trapenses—, saber qué es una triple o en qué consiste la fermentación espontánea que caracteriza las Lambic. 
Así que, como muestra de agradecimiento, tomé una cita clásica de Benjamín Franklin y comencé a “fabricar” el ejercicio. Por ellos va este trabajo.
Primero hice algunas prácticas para ver cómo quedaba la distribución del texto en inglés y castellano y, a continuación una primera prueba, para posteriormente elegir la gama de colores y la tipografía. En los colores decidí que combinaría un verde vivo y un amarillo ligeramente tostado, como la evolución cromática de los cereales desde la primavera al verano. Las tipografías serían una uncial para el texto en inglés y una gótica bastardilla para el castellano, combinando también los mismos colores que en la orla y las capitulares.
Luego vinieron bocetos y ensayos para los motivos de la orla —espigas de cebada, avena y trigo y hojas y fruto del lúpulo— y las capitulares B y L, que realicé como falsas cadel, ya que mi trazo deja todavía mucho que desear. En cuanto a las espigas, si bien al principio trabajé con ramos de dos, posteriormente lo limité a una, para no sobrecargar la orla.

Para finalizar, acabé de decorar con puntos y líneas blancas. Por cierto, el papel utilizado es un Caligrafie de 130 gr. y 24 x 30 cm. de la Schut Papier, que compré en Amberes hará ya unos veinte años y del que todavía me queda alguna hoja. 

Y este es el resultado final. Se queda en regular, lo reconozco, pero me entretuvo y me permitió pasar muy buenos ratos, que era lo que pretendía. Quiero pensar que mejoraré.

Y, ya que lo he citado, añado un par de anotaciones finales sobre la relación entre cerveza y cultura.
1. Josef H. Reichholf, biólogo y catedrático de la Universidad Técnica de Munich defiende una idea curiosa en un texto titulado La invención de la agricultura: por qué el hombres se hizo sedentario (Ed. Crítica, 2009): Que lo que motivó la aparición de la agricultura no fue el deseo de conseguir alimento, sino cerveza. Según este investigador, durante gran parte del Neolítico se siguió cazando, ya que la agricultura era demasiado pobre para alimentar a la población y el cultivo de grano comenzó a realizarse con el fin de fermentarlo y conseguir cerveza. Vaya, que a todo lo que nos habían contado sobre nuestros antepasados le faltaba un matiz importante.
2. George Will (premio Pulitzer) subraya en un artículo titulado La selección por la cerveza  (puede consultarse en: http://www.libertaddigital.com/opinion/george-will/la-seleccion-por-la-cerveza-44522/) que sin cerveza posiblemente no existiría nuestra civilización. Primero, porque durante siglos las bebidas alcohólicas fueron un buen sustituto del agua potable, más escasa de lo que se cree en las aglomeraciones urbanas —los asentamientos masivos contaminaban los pozos, lo que provocaba epidemias como la disentería o el cólera, que diezmaban las poblaciones— y no digamos en los largos viajes por mar. La cerveza calma la sed, aporta nutrientes y tiene cualidades antibacterianas. Pero su idea más curiosa es que esto contribuyó a la selección de la especie, ya que para digerir la cerveza se necesita un rasgo genético que no todo el mundo posee. Y que nosotros somos los descendientes de esos bebedores de cerveza.
Lo comparto por si alguien desea ampliar la información y meditar sobre estos temas.
Ferdinandus, d.s.

viernes, 13 de enero de 2012

Felicitación familiar de Navidad y Año Nuevo

Una aclaración. Para ir más rápido, en vez de escanear hice fotografías, con lo cual los tonos no son muy fieles a la realidad. La imagen final, esta sí escaneada, refleja mejor el original, aunque el dorado que bordea la A capitular, obviamente, aparece de un color que nada tiene que ver con la realidad.
Trabajé sobre un papel apergaminado, que me planteó algún problema con la caligrafía, aunque no con la iluminación y, para escribir en sepia, usé una disolución de nogalina. El resto son colores de gouache menos el dorado, que está realizado con tinta Brillant Flüssigbronzen de la casa HobbyLine.
El texto que escribí fue: 
A los que tenemos cerca y a los que moráis lejos.
A los que hemos abrazado y a los que esperáis 
un abrazo. A los que, sin razón, os creéis olvidados. 
Y a todos con los que compartimos, ayer vivencias y hoy 
recuerdos: Feliz Navidad y Próspero 2012
La decoración la realicé a partir de hojas y frutos de acebo, muy en línea con el tema navideño.

Primero diseñé las ramas de acebo en ambos sentidos y luego, siguiendo la misma pauta, la A capitular basada en una mayúscula uncial.
Después de hacer ensayos y estructurar el espacio pasé a escribir el texto y a poner en limpio la A capitular. Posteriormente, y con paciencia, la ilustración de entre líneas.

Luego ribeteé con plumilla y gouaches verde y rojo las hojas y los frutos del acebo y, más tarde, escribí las iniciales con diferentes colores.


Me pareció que las letras quedaban un poco “sosas”, así que decidí “adornarlas” con unos pequeños trazos blancos y un fino ribete negro a la izquierda.



Luego fui iluminando la A, primero con un fondo azul y, posteriormente, rellenando con verde y rojo las ramas de acebo.
Finalmente, con blanco, fui marcando los brillos de los frutos y los nervios de las hojas. Para terminar, con la tinta dorada y a plumilla, acabé con la tinta dorada la A capitular y doré así mismo, con ligeros trazos, las otras letras mayúsculas.






domingo, 8 de enero de 2012

Por qué este blog se llama como se llama

La traducción del título en latín, In uenerationem Titivillus, sería: En el respeto debido a Titivillus.
Titivillus, un personaje curioso que descubrí por casualidad y que, tras leer una y otra versión de su historia, me sedujo y me llevó a tomar conciencia de que siempre supe, mientras caligrafiaba, que me había faltado algo, aunque no supiera qué. Y ese algo era él. 
Repetiré una vez más la historia: el mito lo sitúa —improbablemente— en los primeros monasterios egipcios, a finales del siglo IV, anotando los pecados que cometían los monjes. Pero hay que esperar, primero a finales del siglo XIII y luego al XIV para que, primero John de Gales, en su Tractatus de penintentia y después el dominico Petrus Paludanus, en su Fragmina psalmorum Titivillus colligit horum, concreten el mito: ambos escriben sobre un demonio encargado de anotar los errores que los monjes cometen al copiar los libros. Errores con los que llena cada jornada su bolsa y que les serán reprobados el día del Juicio Final. 
Titivillus es pues, un demonio específico creado para luchar contra las distracciones, el pecado más frecuente en la dura vida monástica. 
Recapacitemos, gran parte de los monjes eran segundones de la nobleza, inútiles para la batalla o simples marginados en un mundo lleno de violencia donde cada cual tenía su sitio asignado desde el nacimiento. La vida monástica, rutinaria y sin distracciones, era el caldo de cultivo ideal para la búsqueda de evasiones.
Además, y en contra de lo que se supone, había copistas que ni siquiera sabían leer, y se dedicaban a copiar las letras como meros signos sin significado para ellos, lo que, en un mundo donde los pecados perseguían y las herejías se multiplicaban, era una ventaja cuando se copiaban libros prohibidos o peligrosos. Como contrapartida, las distracciones acechaban aún más. 
Y en el siglo XV, con el aumento de la demanda de libros gracias al apogeo de las universidades, el peligro de errores y omisiones creció de forma paralela a la carga de trabajo que sufrían los sufridos copistas. La reprimenda, el castigo moral o físico, fueron insuficientes: era mejor prevenir, poner en la mente de cada uno un vigilante interior que constantemente los amenazara con las penas del infierno: ese sería, de nuevo,  Titivillus. 
Lo hermoso es que los copistas acabaron aceptándolo de una manera muy “moderna”: Como ellos estaban más atentos, él no llenaba su bolsa cada día, lo que provocó que pasase de vigilar las distracciones a provocarlas directamente.  De esta manera, cuando cometían errores, los copistas “externalizaban” su responsabilidad: la culpa no era suya, sino de Titivillus, que los había distraído.
Y así, acabaron considerándolo una especie de santo patrón. 
Un diablo como patrón de una actividad conventual. No cabe duda de que el de escriba tuvo que ser un hermoso oficio, aunque a muchos les desagradara la monotonía de su ejercicio. 
Hoy, algunos queremos recuperar esa belleza de la escritura y con ella algunas  tradiciones asociadas. Y en este contexto ¿por qué no también a ese diablillo que nos distraerá llamado Titivillus?
P.S. Por cierto, las letras d. s. tras mi nombre son las siglas de discenten scriba, aprendiz de escriba, que es lo que me considero.

Los por qué de este blog

Hay muchos, pero no seré exhaustivo; citaré únicamente dos:
UNO
Cuando era estudiante, mi profesor de Historia de la cinematografía fue Miquel Porter. Lo recuerdo, como a tantos otros, con cariño. De sus clases no recuerdo casi nada: me gustaba mucho el cine, pero nunca me interesó demasiado el expresionismo alemán y mis limitados conocimientos sobre la Revolución Rusa no me permitieron entender el Octubre de Eisenstein. Curiosamente, lo que nunca he olvidado fue la frase con la que concluyó su primera clase: “Y no olvidéis compartir lo que sepáis, sin plantearos si es mucho o poco o si hay quien lo haría mejor, porque un conocimiento que nos quedamos sólo para nosotros, es un conocimiento muerto”.
En aquellos tiempos Internet no era ni un sueño y, de hecho, el ordenador personal ni siquiera salía en las películas. Luego vino la revolución tecnológica aplicada a las comunicaciones, la realidad de navegar y compartir en la Red y, desde un hace tiempo, experimentando esas posibilidades de compartir, entendí desde otra perspectiva el valor de las palabras de Miquel Porter. Hoy, después de darle muchas vueltas, me decido a seguir su consejo.
DOS
Solón fue uno de los Siete Sabios de Grecia. Era también poeta pero fue, sobre todo, legislador y reformador político. Contribuyó a construir una timocracia que sería base de la democracia, y sus palabras y sus actos fueron considerados ejemplares. En cierta ocasión, con motivo de la muerte de uno de sus hijos, lloraba desconsoladamente y un estúpido se le acercó y le preguntó: “Solón, tú que eres tan sabio, ¿por qué lloras su muerte, si sabes que eso de nada sirve?”. Y cuentan que su respuesta fue: “Por eso, porque de nada sirve”.  
De él aprendí lo hermoso de hacer cosas que para nada sirven justo por eso, porque de nada sirven.