viernes, 24 de enero de 2020

R de Raquel

Mi momento de reflexión preferido es la noche. Pero la noche noche, no esa noche aguada de antes de irme a dormir. Y prefiero las ideas autónomas, las que me asaltan,  más que las que voy a buscar. Me gusta sorprenderme de vez en cuando en alguna de esas innumerables veces que ando despierto aunque, he de reconocerlo, la mayoría se han perdido cuando intento recordarlas a la mañana siguiente.
Hace poco tuve una de ellas. Llevaba tiempo sin practicar caligrafía —a excepción de la cita obligada con la felicitación familiar navideña— e incluso me había planteado dejar aparcada la afición durante un tiempo porque me sentía un poco desganado y esa noche, de pronto, me vino una idea a la cabeza: hacer una inicial para mi sobrina Raquel, la hija mayor de mi hermano Carlos. Pienso en ella de vez en cuando, pero nunca había tenido la necesidad de decirle algo de esta manera; y ahora la tenía. 
Aunque soy de tardar, a la mañana siguiente estaba enredando, buscando ideas; y lo que a veces me ha costado semanas ahora iba apareciendo con una fluidez a la que no estoy acostumbrado y en poco tiempo tenía decidido cómo iba a ser. Y ha sido.
Pronto pergeñé el primer esbozo, aunque ahora, visto el final, creo que no tuve en cuenta un detalle: lo ejecuté como si se tratara de una capitular a utilizar acompañando un texto, así que no centré la inicial en el conjunto, sino que la situé más hacia la derecha. Una sandez, porque desde el principio la había asumido como una inicial independiente.

De ahí a los siguientes —ninguno es nunca es el definitivo, cuando comienzo a trabajar con el último vuelven a surgir cambios— fue cuestión de unos días y, poco después ya había elegido el papel (mi típico Garzapapel para acuarela de 300 gr. y 20x20 cm. con barbas a los cuatro lados), la gama cromática y todo lo demás.

Por cierto, un segundo problema apareció al disminuir el tamaño, ya que perdía detalles respecto al boceto original y además, al ser el papel tan grueso, no pude utilizar la mesa de luz para pasarlo a limpio.
Mis problemas con el dorado persisten, pero voy enredando. Para conseguir un poco más de volumen, esta vez, recurrí a la pasta de relieve La Pajarita diluida en agua caliente antes de aplicarla. 
Una vez bien seca, le añadí una capa de base de Kölner Instakoll y, una hora después, iba añadiendo el pan de oro. A ver cuándo consigo que me quede totalmente liso.


Luego acabé de perfilar los contornos.
Para el color, una combinación de acuarela Verde Permanente nº 553 de Schminke y gouache para caligrafía Goldpearl en tubo de la misma marca.
Para concluir, los pequeños frutos rojos que, como siempre, tienen volumen; lo consigo aplicando con pincel una mezcla de la pasta de relieve citada a la que añado la tinta Scarlet / Calligraphy Ink de Winsor & Newton, que me parece preciosa. De todas formas, siempre me apetece poner un puntito blanco en cada uno. Me parece que quedan mejor.

Por cierto, pensaba repasar con plumilla y engrosar un poco las “ramas”, pero, aceptando el consejo de mi hija, decidí dejarlo tal y como estaba; daba una mayor sensación de sutileza. En el texto/dedicatoria he dejado, así mismo, los tonos casi transparentes a veces.

Ferdinandus, d.s. Finalizado en el primer decanato de Acuario, el vigésimo tercer día del mes de enero del Anno Dominice Incarnationis de MMXX.