jueves, 12 de agosto de 2021

Simplifica

 1. Un poco de historia, personal y del Arte

Cuando era adolescente tuve que estudiar dibujo técnico. Me resultaba tedioso. Utilizaba compás, tiralíneas, escuadra y cartabón… y tinta china negra Pelikan. Si me excedía al cargar el utensilio caía un goterón y estropeaba la lámina. Con poca tinta, si la raya era larga, no me llegaba y tenía que dejar el trazo para cargarlo de nuevo. Era difícil calibrar el grosor de la línea. Todo era geométrico: desde el trazo de polígonos regulares a los planos con frentes, alzados y perfiles de diferentes piezas. Y normas DIN o UNE. En aquel desastre, eso sí, aprendí cómo raspar el papel para corregir errores de entintado.

Tardé muchos años en encontrar la belleza que tenía todo aquello. Un día me emocioné con los diseños arquitectónicos de las fachadas o las tracerías góticas. 

 

Otro descubrí, asombrado, la relación del Arte con las matemáticas a través del Número Aureo o  la Secuencia de Fibonacci y que la belleza de un diseño geométrico podía ser extraordinaria. De hecho, durante siglos, se consideró a Dios como geómetra o como relojero.

Leonardo da Vinci. Caracola.

Mucho más tarde, la obra de Gaudí me llevó al arco catenario y me decepcionó saber que, aunque su trazado era muy similar al de una parábola, no era exactamente esta curva y que era imposible su dibujo con regla y compás. 

Sin contar, claro está, con las maravillosas estéticas del inmenso mundo del diseño industrial. El enfrentamiento entre los Academicistas y Filippo T. Marinetti cuando este defendía que un automóvil de carreras era más bello que la “Victoria de Samotracia” dejaba de tener sentido.

De alguna forma, empecé a ver que lo “técnico” y lo “artístico” no sólo no se oponían, sino que se complementaban maravillosamente*. Y así hasta hoy.

2. Vayamos al trabajo de ahora mismo.

2.1. Materiales básicos: El papel es un “Aquari Paper” para acuarela de Sastres Paperers, de 20 x 20 cm. y 270 gr. hecho a mano con un 70% de algodón y un 30% de lino; el color es el “Azul Cobalto” nº 486 de las acuarelas Schmincke Horadam.

2.2. La idea: Siguiendo con la lógica anterior, éste ha sido un nuevo intento de aunar lo lineal y lo artístico: la acuarela, la plumilla y el pincel con las plantillas de curvas y el tiralíneas. Con problemas, por supuesto: mi tiralíneas es bastante viejo y el trazo ya no es suave; la acuarela cambia de densidad en función de su liquidez y un papel con buena absorvencia y ligeramente granulado no es precisamente el satinado que se usa en delineación. El uso de plantillas de curvas, por su parte, tampoco es una ciencia exacta. Pero ha sido interesante y divertido.

2.3. Sobre la decoración final. Podía haberme limitado a la “S”, enmarcada en un cuadrado, en el centro, pero quería completar la palabra de marras, así que me tocaba incluirla en un cuadrado mayor. Y dado ese horror al vacía tan medieval y tan mío, para acabar de rellenar el conjunto, y como contrapeso a tanto tecnicismo, me decidí por una especie de cardos inspirados en la obra de uno de mis ilustradores predilectos: Apel·les Mestres (1854-1936).


Como colofón: También podía haber dejado las cosas como estaban y limitarme cromáticamente  a ese azul que tanto me gusta, pero no; tras consultar la posibilidad de introducir algún punto dorado se me animó y… voilà: la imagen decorada con puntos a base de pan de oro. 


Va en gustos. Yo aún estoy indeciso. Pero adjunto ambas imágenes para que puedan compararse. Acepto comentarios y criticas. 

Anecdotario: como estrategia emocional, esta caligrafía ha sido una excusa. Como suena. Había comenzado una especie de “trabajo en cascada” cuyo final —o principio— era una variante de escudo nobiliario en el que iba superponiendo cambios a medida que iba acumulando información. Hasta que colapsé. Entonces, para salir de la ciénaga, se me ocurrió procastinar con una “S” que tenía en reserva desde hacía tiempo. Coincidía, además, con ese mensaje absurdo que quería darme condensado en una sola palabra: Simplifica. Toda una paradoja, dada mi tendencia a complicarlo todo y a dejarme dominar por el horror vacui. Por cierto: ahora vuelvo de nuevo a mi escudo nobiliario; no sé cuándo lo acabaré.

Ferdinandus, d.s. Finalizada con la Luna comenzando su cuarto creciente, durante el segundo decanato de Leo del Anno Dominice Incarnationis de MMXXI.


* Abundando en el tema: hace un par de días estuve viendo la exposición en las Reales Atarazanas (Drassanes Reials) de Barcelona sobre la obra de M. C. Escher. Merece la pena pasar a verla y comprar, de paso, el catálogo.