I.
Equivocarse es de humanos... y de unos más que de otros.
Tenía ya la orla a punto, incluso bordeada con tinta y, cuando me he puesto a caligrafiar el texto... he cometido un error que ha dado al traste con todo lo hecho.
Primero enfado, luego comprensión —si no me perdono a mí mismo, ¿quién me perdonara?— y finalmente plantearlo como un paso más en el proceso de aprendizaje, que es lo realmente importante
Así que he cambiado de estrategia: Como soy aún peor caligrafiando que dibujando, he decidido empezar primero con el texto y decorar después. Y en eso he pasado esta mañana, liberado ya en parte del estrés del final de curso.

II.
Se me da mejor la ilustración que la caligrafía. Y mejor realizar cosas en blanco y negro que en color. Así que ahí tengo dos trabajos a mejorar: más prácticas de plumilla, cálamo y otros enseres —para eso me hice el cuaderno de caligrafía— y más tiempo dedicado a pulir mezclas, conseguir degradados pasables o mejorar el pulso trabajando con pinceles finos.
Pero demos tiempo al tiempo, que estos ejercicios son para relajarme y pasar un buen rato.
El alfabeto cirílico utilizado es bastante estándar, pero no tenía mucho donde elegir. Para contrastar, el subtitulado en español lo he realizado en uncial.
Los materiales que he utilizado han sido:
Cirílico: He usado por primera vez “en serio” mi Pilot Parallel Pen de 2,4 mm. (hasta ahora la hacía servir para practicar letras). Eso sí, sin tinta original, sino cargada con acuarela líquida (posiblemente quedaran también restos de nogalina en el cargador).
Latino: acuarela roja y plumilla Brause Iserlohn Hatatfeder 100/1.
El papel, un Calligrafie-bloc de 130 gr. (Schut Papier, Heelsum, Holland), que compré hace más de veinte años en Bélgica y del que todavía me quedan unas cuantas hojas.
Ferdinandus, d.s.
(continuará)