domingo, 26 de mayo de 2013

Tómate tu tiempo - Take Your Time


Esa cosa llamada estilo sobre la que tanto insisten es sólo un error que nos conduce a dejar un rastro personal.
                        Orhan Pamuk (1998). Me llamo Rojo  
Algunas consideraciones:
1. Ni siempre tenemos el tiempo libre que deseamos, ni siempre lo utilizamos bien. Por ejemplo, deseaba finalizar este trabajo para felicitar el Año Nuevo de Gracia —ya sabéis, aquel que empieza a contarse no desde que Jesús nace (Anno Domini, A. D.), sino desde que es engendrado (Anno gratia, A. G.)—, pero no he podido terminarlo hasta ahora. 
La idea, sugerente, viene de una costumbre medieval de organizar el tiempo y comenzar el año en un momento en el que coinciden la Encarnación, el año astrológico —el ciclo comienza bajo el signo de Aries— y el equinoccio de primavera. Precioso.

2. Sigo dándole vueltas a la relación de la caligrafía con el movimiento Slow. En mi caso es casi de manual: me relaja, me permite llevar mi ritmo, me acerca a esa soledad acompañada que tanto temo perder. Por eso tenía ganas de volver a un dibujo sobre un caracol que fotografié en la Selva Negra y combinarlo con la última orla.

3. El blanco; he descubierto el color blanco. Sin buscarlo. Llevaba tiempo esperando algo nuevo y hace poco vi un cuadro de tonos exageradamente pastel. No me gustó mucho, pero vi claro que tenía que recuperar el color blanco, que tenía olvidado. 
4. Las cosas, a veces, se tuercen. Mi primera opción era sobre un papel con textura; lo colores me gustaban, pero la plumilla corría mal e hice una pifia que lo estropeó. Cambié a un papel satinado y la pluma ha ido bien, pero los colores ya no son como antes. 

5. Dando un vistazo a mis pocos trabajos llego a una conclusión: no tengo estilo. Y lo curioso es que no me preocupa; releer a Pamuk también relaja.

Ferdinandus, d.s.


martes, 30 de abril de 2013

Barcelona como inspiración


Muchas ciudades europeas todavía conservan barrios medievales. No todas llegan a ser como las de la Toscana, pero en cualquiera de ellas, si nos perdemos adrede, podemos encontrar imágenes que nos inspiren o nos enseñen.

Hace unos días, ya en primavera, me dediqué a pasear por el barrio gótico de Barcelona, pero esta vez con la cámara, para ir fijando imágenes que si no olvidaría. Y es increíble la cantidad de ideas que uno encuentra cuando pone interés y las busca.

Ángeles, grifos, caligrafías, hojas de acanto

Ahora no tengo tiempo de dedicarme a la caligrafía, pero, como las ardillas o las hormigas, aprovecho y me aprovisiono de ideas para cuando llegue el momento. 

Y nunca viene mal gozar un poco y sorprenderse con lo que hicieron unos desconocidos hace unos cuantos siglos.


Ferdinandus, d.s.

sábado, 20 de abril de 2013

¿Puede perderse lo que no se sabe que se tiene?

Poca gente sabe quien fue Marcella Pattijin. Ni siquiera los que sentimos cierta sintonía con la estética medieval, tanto, que incluso invertimos parte de nuestro tiempo libre en reproducir modelos de iluminaciones, caligrafías y encuadernaciones de aquellos siglos, la conocíamos. 
Murió el pasado domingo, 14 de abril. Yo no conocía su nombre, pero sí sabía que sólo quedaba ella: la última beguina.
La beguina mística (lo siento, no tengo la referencia de la obra)
Descubrí esta congregación en mi primer viaje a Bélgica, en el verano de 1992, cuando me llevaron a conocer el  beguinato —begijnhof— de Brujas (Brugge). Desde ese momento, cada vez que he vuelto a ese país, en cada ciudad que he visitado, he buscado siempre el begijnhof para, de existir, ir a visitarlo y a pasear por él en silencio. El de Brugge es quizás el más elegante, el de Leuven (Lovaina) es hoy una residencia para profesores de la Universidad; el de Kortrijk, que visité en 2010, es más austero.
También desde mi primera visita la curiosidad me pudo y fui buscando información: miles de mujeres, en la Edad Media, se retiran a vivir a beguinatos en los Países Bajos; no a monasterios ni conventos, sino a pequeños barrios aislados, donde forman comunidades religiosas que profesan los votos de castidad y obediencia, pero no de pobreza. Mujeres independientes que tejían y comerciaban, que salían a la calle, que se administraban sin necesidad de hombres, que leían y escribían. Que se sabían libres; tanto, que podían abandonar la congregación para casarse. Que pensaban por sí mismas en un mundo cerrado a actitudes o interpretaciones que no coincidieran con el dogma.

Beguinato de Brugge 


Luego se extendieron hacia Francia, Alemania y otros países; según tengo entendido, la comunidad importante más meridional estuvo en España, en Teruel. 

Beguinato de Kortrijk
Dicen que fueron las inspiradoras de un movimiento místico que influiría mucho después en poetas como Santa Teresa de Jesús o en San Juan de la Cruz. 
Su historia no siempre fue feliz: muchos las consideraron rebeldes, sospechosas de herejía o brujería, incluyendo al Papa Clemente V, y algunas acabaron en la hoguera. Luego vinieron las guerras de religión y los protestantes las eliminaron, mientras los católicos volvieron a apoyarlas —las casas actuales que ahora podemos ver, de ladrillo, fueron sustituyendo en aquella época a las antiguas de madera—. 

Después, en una sociedad constantemente revolucionada, políticas e industrialmente, las beguinas fueron convirtiéndose en algo anacrónico —como los calígrafos, pero corriendo muchos más peligros—. Y, a pesar de todo, algunas aguantaron sin tregua, siglo tras siglo. 
Hace unos días murió, en Kortrijk, la última beguina y, con ella perdimos, sin saberlo siquiera, un pedazo de historia. Descanse en paz.
Ferdinandus. d.s.


lunes, 18 de marzo de 2013

Maldito Titivillus. Sepher Yetzirá 3


Normalmente no repito un diseño, pero esta vez me dije que merecía la pena. Quería experimentar con algunas cosas y, mientras dibujaba el primero, ya tenía en mente hacer una copia para mi hermano Pablo. Así que, uniendo ese proyecto a mis ganas de enredar con una encuadernación sencilla  como presentación, empecé con éste. En principio era cosa de unos días, pero las incesantes complicaciones lo han ido retrasando hasta hoy.


Titivillus; no en vano le dediqué este blog a este diablo patrón de los calígrafos. 
A veces soy un poco descuidado, así que no es raro que cometa algún error. Pero este es el trabajo más caótico que he realizado en mucho tiempo: lo he repetido estando ya avanzado en varias ocasiones; luego utilicé un papel en el que, cuando me puse a caligrafiar, se corría la tinta; me han caído borrones y, ya al final de todo, me he equivocado en el texto de la entrada y he tenido que recurrir a uno de los artilugios de los antiguos copistas: añadir las dos letras que me faltaban sobre la palabra mal escrita. Es como si Titivillus no se hubiera apartado de mí un sólo instante desde que comencé.



De la encuadernación prefiero no hablar; en plan positivo diré que he aprendido mucho, ya que cosas que me parecían obvias no lo eran tanto.

Pero una caligrafía es como un ser querido: hay que aceptarlo como es, no como nos gustaría que fuera. 

Por cierto, para la P mayúscula me he inspirado en la inicial que aparece en una de las hermosas páginas con las que a menudo nos deleitan los amigos de e-codices. 

He trabajado con plumillas pero para las minúsculas de Paolo he utilizado una Pilot Parallel Pen de 6 mm. recargada con acuarela líquida negra diluida. Para una parte del texto he utilizado acuarela en tubo en vez de tinta, y he de repetirlo.
Ferdinandus, d.s.

viernes, 22 de febrero de 2013

Orlas basadas en hojas y acantos


Sigo muy ocupado y utilizo el lápiz y el papel como evasión o como encuentro, depende de cómo se mire. Cuando el estrés aprieta necesito relajarme, hacer un paréntesis, descargar tensiones. 
Un método que a mí me sirve es dibujar. Ir siguiendo la línea, perseguir el trazo, borrar, corregir, tirar lo hecho a la papelera y empezar de nuevo con la idea ya más perfilada. Las veces que haga falta.
Me dedico, entonces, a hacer trabajos cortos, preparaciones para otros mas complejos. 
Como dibujar orlas y dejarlas listas para cuando las necesite. 
El método es sencillo. Reviso mis archivos en busca de algún ejemplo que me guste, luego elijo un tema y lo modifico a mi gusto (mi imaginación nunca alcanzará la de cientos de profesionales a lo largo de siglos).
De las tres siguientes, la primera está basada en uno de los márgenes de Das Narrenschiff  (La nave de los locos), un libro antiguo del que ya he hablado en alguna ocasión y que puede descargarse de la página web de la Biblioteca Digital Mundial.
Las otras dos están basadas en unos grabados del Oceanica Llaffis de Fernando el Católico de 1494 (no recuerdo cómo ni dónde las conseguí, simplemente las conservo).

En esta última he modificado un ligeramente unos apuntes de hojas de acanto que tenía, los he combinado sobre una base de círculos, y aquí está el resultado. 

Lo utilizaré pronto para complementar otro dibujo, de un caracol, que realicé hace mucho tiempo y que también espera en la carpeta de posibles y futuros.

Ferdinandus. d.s.

sábado, 2 de febrero de 2013

Stultorum infinitus est numerus


La humanidad se encuentra —y sobre esto el acuerdo es unánime— en un estado deplorable. Ahora bien, no se trata de ninguna novedad. Si uno se atreve a mirar hacia atrás, se da cuenta de que siempre ha estado en una situación deplorable.  (...)
La Primera Ley Fundamental de la estupidez humana afirma sin ambigüedad que “Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”. (...)
Los autores del Antiguo Testamento eran conscientes de la existencia de la Primera Ley Fundamental, y la parafrasearon al afirmar que “stultorum infinitus est numerus” (...)
Fragmentos de Carlo M. Cipolla.— Las leyes fundamentales de la estupidez humana.

1. Uno de los textos más inteligentes que se pueden leer es el que cito. Y práctico para orientar nuestras vidas... en el supuesto de que no seamos de los que pueblan el infinito número de los necios.
    Desde que la conocí, tuve ganas de caligrafiar esta frase.

2. Hace unos meses descubrí una “S” mayúscula que me maravilló, y decidí usarla como inicial, aunque retocada en sus proporciones para adecuarla a mi gusto por las proporciones geométricas. Esta inicial original puede verse, en su contexto caligráfico original, en:
Y así es como me ha quedado a mí, no tan maravillosa, pero ahora ya un poco mía.

3. Luego la cosa se complicó (soy especialista en esto) porque empecé a buscar la referencia bíblica concreta y me percaté de que las traducciones autorizadas por la jerarquía católica a partir del Concilio Vaticano II dejan algo que desear comparadas con las clásicas Vulgatas de San Jerónimo. Si alguien está interesando en el tema —es muy didáctico— le aconsejo que visite  http://www.uv.es/~ivorra/documentos/Stultorum.html
   Eso me permitió comprobar que la frase citada por Cipolla no era sino el fragmento final de una más completa, que puede encontrarse en Eclesiastés, 1, 15: 
Perversi difficile corriguntur et stultorum infinitus est numerus.
(Los malvados difícilmente se corrigen, y es infinito el número de los necios),
Y esta es la que decidí caligrafiar finalmente. El problema era que la inicial ya no era la “S”, sino la “P”. 
Para solucionarlo, lo que he hecho es modificar el final de la filigrana inferior izquierda de la S central y convertirlo en esa P que necesitaba, lo que obligaba a una parte del texto a estar en un ángulo de 90º respecto a la otra. 
Aproveché para encajarlo siguiendo las diagonales y el resultado es el que puede verse.

Por cierto, me pareció interesante ver cómo quedarían las letras con un ligero relieve y brillo, para lo cual, cuando acabé el trabajo, me entretuve en superponer una capa de barniz en todas las letras con un pincel del 00. Dado que este barniz es muy espeso, ha sido una tarea ingrata, pero el resultado no me desagrada. Intentaré mejorarlo en otra ocasión.

Ferdinandus, d.s.