Hacía tiempo que no me dedicaba a estos menesteres. Falta de ganas, imagino, o de motivación. A finales de mayo me decidí a volver a las andadas con un intermedio de naturaleza en el Parque Nacional de Ordesa.
Había estado leyendo sobre las diferencias entre el orden y la organización y encontré una de esas frases potentes —en latín, para variar— que me pareció adecuada. Contradecía, en cambio, a otra frase, a otra idea, más sencilla, pero con la que me sentía mucho más a gusto. Así que decidí caligrafiarlas las dos juntas, dando más relieve, por supuesto, a la latina.
Los dos elementos icónicos con los que traje fueron una S capitular y uno de esos árboles a los que soy tan aficionado.
La S mayúscula
Dado que la frase principal iba sobre el orden, me decidí por un diseño técnico, donde se combinara la iluminación con una base puramente geométrica.
Luego, añorando quizá esa manía mía de no dejar nada vacío —horror vacui se le llama y es frecuente en algunos momentos de la historia del arte— me entretuve ingeniando orlas cruzadas.
El árbol
Igual que la S, también opté por un diseño geométrico y, siguiendo también mi costumbre, buscando números significativos en sus diferentes partes, pero añadiendo —como homenaje al desorden— hierbas y flores en su base. Además, rompiendo los márgenes previos, las dos raíces laterales se alargarían hasta prácticamente el final del papel.
Pensé incluso, en algún momento, en dejar la mitad izquierda simplemente abocetada.
Ferdinandus d.s. Publicado bajo el tercer decanato de Cáncer el decimonoveno día del mes de junio el Anno Dominice Incarnatinonis MMXIX.
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