1. Las cosas son lo que son, no importa cómo las llamemos
Miro la tele mientras como. Un programa de cocina. Enseñan —supuestamente— a hacer alioli. Pero le añaden la yema de un huevo para ligarlo mejor. Vaya por Dios, me recuerdan a un cocinero inglés que pretendió “innovar” y se lanzó a hacer ¡una paella con chorizo!
Pienso: hay demasiada confusión: a cualquier masa con cosas encima y puesta al horno se le llama pizza; a cualquier arroz con cosas dentro, paella; y a cualquier salsa que lleve ajo y aceite, alioli. “All i oli”, ajo y aceite en catalán. Sin huevo, sin nada más si exceptuamos una pizca de sal. Porque una cosa es el all i oli y otra una mayonesa con ajo (que también está muy buena, por cierto, pero ese es otro tema).
2. De una S que fue a parar a otro sitio
La S capitular en la que estuve enredando allá por el mes de junio era para una frase sobre el orden pero, finalmente, lo que vino fue el caos. A veces pasan estas cosas. No un caos terrible, qué va; más bien un caos cotidiano, de verano caluroso, de calma. De demasiada calma, si he de ser sincero.
En julio pensé que tenía pendiente un trabajo para mi padre, así que cambio de rumbo y una nueva ubicación para la S de marras. Y antes de final de mes sobrevino otro caos, esta vez más intenso: de papel y plumillas, de dorado, de todo… En un momento dado, el trabajo se malogró así que, hastiado, lo dejé a medias y hecho polvo —el trabajo, no yo, que estoy muy bien, gracias— y me dediqué a otras cosas.
3. Salvando lo que se puede tras el naufragio
Volvamos a la mayonesa con ajo a la que pomposamente llamamos alioli. La segunda parte del programa de la tele trataba de ¿qué hacer cuando el denominado “alioli” se corta? Y la respuesta: nada de tirar, que hay que ahorrar y no hay tiempo: se pone en otro bol otra yema de huevo —por si una fuera poco—, se le añade poco a poco la salsa cortada, se va agitando la mano del mortero y… ¡voila! arreglada. Teníamos un compromiso y nos hemos salvado del naufragio.
A mí me ha pasado algo similar con este trabajo. De entrada ya no era lo que pretendía ser; luego se “cortó” y, en vez de romperlo y empezar de nuevo —desde el mismísimo planteamiento— acuciado por el tiempo ahora que se presenta un viaje… lo he “arreglado”.
Bueno, el final no ha sido brillante, pero ahí está. Un poco tullidito, desorganizado, con múltiples defectos —más de los habituales, quiero decir—, pero se ha salvado del naufragio.
No diría que estoy contento con el resultado, sino todo lo contrario pero, para ser honesto conmigo mismo, he creído que debía subirlo también al blog. Porque una cosa es hacer las cosas mal y otra ocultarnos nuestros errores.
Si un día, dentro de algunos años, vuelvo atrás y lo veo, quiero hacerlo con cariño. Recordar que, junto a cosas con las que me he sentido bien, siempre habrá algunas otras de las que puedo avergonzarme felizmente. Y quizá sonreír mientras me tomo algo calentito mientras pienso: ¡pues no estaba tan mal, coño! Dentro de mucho tiempo, espero.
Ferdinandus d.s. Publicado justo tras empezar el otoño, bajo el primer decanato de Libra, el vigésimo sexto día del mes de septiembre, en el Anno Dominice Incarnatinonis MMXIX.
Cuando pase un tiempo te sentirás orgulloso de este trabajo y los ojos se te irán a los errores cometidos, pero verás que la perfección no está en los trazos de la pluma si no en la mano que realiza el trabajo.
ResponderEliminarhay veces que el pulso tiembla y eso le dá vida al papel.
Un abrazo artista.... y Gracias hermano.
Me ha encantado Carlos, me ha sabido a poco. Muy fluido y estupendo
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