martes, 14 de julio de 2015

Sant Gallus y el oso. Primera versión.

1. Reflexiones sobre la creatividad
A veces reflexiono sobre la creatividad. Crear, lo que se dice crear, es una actividad exclusivamente divina, ya que supone hacer aparecer algo de la nada. Y eso es un imposible para el común de los mortales. Lo que nosotros hacemos es tomar ideas previas, transformarlas, adaptarlas, combinarlas de mil maneras diferentes…
Una A es una A, y luego hay cientos de tipografías diferentes, pero, en el fondo, si somos capaces de leer una frase tanto en Arial como en gótica cursiva es porque ambas se basan y participan de ese poso común que es el alfabeto occidental, con sus múltiples variantes.
Internet nos ha hecho más “creativos”, en la medida en que nos oferta un acceso a informaciones mucho más variadas de las que disponíamos hasta ahora. Y muchos colaboramos —con mejor o peor fortuna— a agrandar ese acervo común.


Para realizar este trabajo, por ejemplo, he tenido diversas referencias: los ángeles están inspirados en una fotografía que hice en la Plaza del Rey de Barcelona.


La indumentaria de San Gallus es una variación de la túnica del Arcángel  Gabriel de una Anunciación de Jan van Eyck.
Los arcos góticos están copiados de un dibujo que realizó Villard de Honnecourt (+ 1250) para la catedral de Notre-Dame de Reims. Etc. etc.

2. Cuestiones técnicas.
El papel es de tipo apergaminado, lo que me ha generado algún problema, ya que en algunas partes “rechazaba” la acuarela y el agua para intentar conseguir los degradados lo alabeaba. Al final tuve que utilizar gouache para pintar el fondo y el resultado deja mucho que desear. Bueno, he llegado hasta e final y he hecho honor a aquella frase de “Hecho es mejor que perfecto”.

3. Sobre el texto.
El texto es una adaptación-resumen de un fragmento de la novela Mantícora, de Robertson Davies, en donde puede leerse:
“No sé si conoces la leyenda. A comienzos del siglo VII, un monje irlandés llamado Gallus vino a este rincón del mundo a convertir a los montañeses paganos. Creo que eran adoradores de osos. Construyó su eremitorio en una cueva cercana a donde se encuentra hoy la ciudad, y allí predicó y se dedicó a la oración. Pero era un hombre de tal santidad, tan por encima de las meras consideraciones de este mundo, que necesitó a un siervo, o a un amigo, que le ayudara en la vida cotidiana. ¿Dónde podría encontrarlo? Bien, resultó que la cueva elegida por Gallus ya tenía otro habitante, un oso de gran envergadura. Y Gallus, que era sumamente terco, hizo un pacto con el oso. Si el oso le traía leña para el fuego, él daría pan al oso. Y así fue. Y este excelente pan de jengibre, (…) hoy nos recuerda que si somos sabios de veras sabremos llegar a un acuerdo satisfactorio con el oso que vive con nosotros, porque de lo contrario moriríamos de hambre o tal vez acabaríamos muriendo en sus mismas garras. Al igual que todas las historias de santos, ésta tiene una moraleja. Y la moraleja es (…): cuidad bien a vuestro oso, y vuestro oso os dará  leña para el fuego”.

Bien, con todos estos elementos me apetecía hacer algo con lo que pasarlo bien. Y este ha sido el resultado. O uno de ellos, porque tengo una segunda versión a punto.

Ferdinandus, d.s. Bajo el signo de Cáncer.


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