Por treinta y dos caminos misteriosos de sabiduría, Dios (...) ha trazado y creado su mundo, bajo tres formas, en la escritura, en el número y la palabra. Son diez números principales y veintidós letras fundamentales, de las cuales tres son principales, siete dobles y doce simples.
Sefer Yetsirá, I, 1
En mi juventud me interesaron los fundamentos filosóficos de la kábala. Una afición compartida con uno de mis hermanos, que ahora me ha ayudado buscando el texto en hebreo.
Iba encontrando rastros en lugares tan distantes como la obra de Borges, una novela de Meyrink que hace alusiones a la criatura que creara el rabino Loew de Praga o en la iconografía de los arcanos mayores de algún curioso Tarot de Marsella.
La base es sencilla y se desarrolló, sobre todo, en el medievo del sur de Europa con textos tan importantes como el Sefer ha-Zohar (Libro del Esplendor, atribuido a Simón bar Jochai, un rabino del siglo II y en el que aparece una frase que ya caligrafié), o el citado Sefer Yetsirá (Libro de la Creación).
Según la filosofía cabalística, Dios habría creado dos mundos: uno formado por aquello que percibimos; el otro, por diez números y veintidós letras que, constantemente combinadas, explicarían y podrían modificar ese mundo material. Cada letra y número tendrían sus correspondencias en los elementos básico, las partes del cuerpo, los signos astrológicos, los días de la semana, los puntos cardinales…
De esta forma, dominar la palabra sería dominar el mundo, incluyendo los riesgos que eso comporta, tal y como relata la leyenda del Gólem.
En este diseño he jugado combinando el círculo y el cuadrado con los números 3, 7 y 12 (parte del árbol y letras) y el 6.
Ferdinandus, d.s.
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