Para V. G., de quien no sé nada desde septiembre de 2009.
Quien haya tenido un remordimiento que calmar, un recuerdo que evocar, un dolor que ahogar, una quimera que edificar, todos te han invocado, dios misterioso escondido en las fibras de la viña. ¡Qué grandes son los espectáculos del vino, iluminados por el sol interior! Qué verdadera y ardiente es esa segunda juventud que el hombre saca de él! Mas, ¡cuán temibles también sus fulminantes voluptuosidades y sus enervantes encantamientos!
Charles Baudelaire: “El vino”, apéndice final de Los paraísos artificiales.
Tuve una vez una amiga que un día me confesó que era alcohólica. Un tiempo después volvió a California y perdimos el contacto; hace un par de años pudo localizarme y continuamos la relación vía e-mail durante un breve espacio de tiempo; luego se perdió de nuevo.
De ella aprendí, sobre todo, tres cosas:
- Que por mucho que me empeñara, jamás entendería su infierno personal, porque no era como ella. Pero que estaba bien que me empeñara.
- El valor de la amistad de sus iguales, de los que yo no formaba parte. Pertenecía a Alcohólicos Anónimos y me emocionó conocer la historia de la institución y sus propuestas de sanación. Fue en una de las lecturas sobre el grupo donde encontré, por primera vez, esta frase, que ellos hicieron su lema (de ahí las dos A que he caligrafiado en rojo tras el nombre del autor).
- La importancia de la virtud de la moderación. El alcohol podía pasar de ser un buen compañero de viaje a convertirse en el peor de los enemigos. Sólo la sensatez permite seguir disfrutando de los placeres del vino. La lectura de Baudelaire, no hace falta decirlo, tomó un nuevo sentido tras conocer su drama personal.
Aparte de su relación con AA, la frase tiene un significado general profundo y me la he citado a mí mismo en múltiples ocasiones a lo largo de casi treinta años; tanto, que me he permitido, con todos los respetos, modificar su forma austera, intentando potenciar su contenido.
En estas últimas semanas, como ejercicio de reflexión y serenidad, la he caligrafiado.
Ferdinandus, te quedó sumamente bella esta obra de arte. Muchas felicidades.
ResponderEliminarSaludos.
Muchas gracias por los ánimos, Rafa, pero lo cierto es que no he quedado muy convencido con el resultado. Hay algo que no acaba de convencerme, aunque todavía no he adivinado qué. Imagino que estoy buscando esa abstracción que podría denominar como "mi estilo".
ResponderEliminar¿Lo mejor? que a pesar de no convencerme la he terminado. Quiero ir aprendiendo, poco a poco, que lo importante es HACER, y que la perfección no es una meta, sino un lastre que suele intimidar e inmovilizar.
Ya encontrarás tu estilo. Y olvídate del estorboso perfeccionismo, que no lleva a nada bueno.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Ferdinandus. Ahora unas preguntas de caracter técnico: ¿usaste pinceles, puntillas o plumas estilográficas?, ¿de qué medida es la puntilla que usaste?, ¿qué tinta o pintura usaste?, ¿de qué dimensiones es el trabajo final?
ResponderEliminarSaludos.
Veamos Rafa: Utilicé de todo. Ando experimentando, así que no soy muy puntilloso. El papel es de un bloc para caligrafía de 130 gr. y las dimensiones son 24x30 cm. Para trabajar a gusto, un poco justo. La letras las hice con plumillas Brause, creo recordar que de 1, 1,5 y 2 mm. aunque para decorarlas usé una plumilla fina (Montgolfier nº 172). Para escribir, en vez de tinta usé nogalina diluída y los colores son guaches normales. El dorado, que apliqué con plumilla —los pinceles quedan hechos polvo— es una tinta alemana ("Brillant Flüssigbronzen" de la casa HobbyLine) aunque para las rectas, como no tengo un buen tiralíneas usé un vulgar rotulador, que también usé para algunos contornos. La decoración de la capitular fue básicamente a base de pinceles (hasta un 00).
ResponderEliminarPor cierto: la herramienta que más estoy usando es una lámpara/lupa, ya que la presbicia limita mis posibilidades y las gafas no permiten acercarse al trabajo tanto como deseo.
Siempre a tu disposición y agradecido por tus comentarios.