lunes, 25 de mayo de 2015

Reflexiones sobre “Andar con prisas…”

Un hombre con los ojos cerrados y un puro en la boca es un hombre rico.
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego.
Las formas que puede adoptar la pobreza, como los caminos del Señor, son infinitas e inescrutables. Cuando leemos encuestas o profundos artículos de opinión, la pobreza suele estar referenciada, casi exclusivamente, al ámbito económico: un pobre es aquel que no tiene lo básico o, en nuestras latitudes, la persona que no disfruta de un nivel de vida acorde con los parámetros del Estado del Bienestar.
Pero no es a este tipo de pobreza a la que deseo referirme, sino a otra: porque si pobreza es sinónimo de escasez y de inseguridad ¿qué pasa con el tiempo como bien a consumir? ¿Se puede ser pobre temporalmente hablando? ¿Por qué es tan frecuente actualmente la queja de que “no tenemos tiempo”?
Un tema complejo, este del tiempo. En primer lugar porque, a diferencia del dinero u otros bienes tangibles e inventariables, nadie sabe a ciencia cierta de cuánto dispone. Tampoco puede acumularse, ni ahorrarse, ni comprarse, ni venderse, a pesar de que el lenguaje permita ciertas perversiones semánticas y todos hayamos afirmado, o sentido, que podíamos “perderlo” —¿qué hará con él quien se lo encuentre?— o “alquilarlo” trabajando para un tercero, o “aprovecharlo” en mayor o menor medida y en función de criterios no siempre claros. Pero no, el tiempo sólo puede vivirse, y hacerlo de una manera u otra nos hará más ricos, o más pobres, en dinero, en experiencias o en felicidad y esta característica es la que lo hace especial y único. Y esa elección debería ser nuestra, aunque no siempre lo sea.
Lo que parece cierto es que, llevados desde los albores de la Revolución Industrial por una obsesión enfermiza por controlarlo, corremos desaforadamente para llegar, cada vez más deprisa, no se sabe dónde. Cada vez más personas viven desasosegadas y es frecuente que, en alguna conversación se deslice, como una sombra, la palabra estrés.
En uno de los discursos de Tuiavii de Tiavea* este jefe samoano, tras su visita a Europa a principios del siglo XX, relata así a las gentes de su tribu cómo viven el tiempo los papalagi (o séase, nosotros, los occidentales):
 Aunque nunca habrá más tiempo entre el amanecer y el ocaso, esto no es suficiente para ellos. (…) He dicho que es probablemente una especie de enfermedad; porque cuando el hombre blanco siente deseos de hacer algo, cuando por ejemplo su corazón desea ir caminando por el sol o navegar en un bote por el río, o hacer el amor a su amiga, usualmente se priva de su propia dicha al ser incapaz de rechazar el pensamiento de que no hay tiempo para divertirse. El tiempo está allí, pero parece incapaz de encontrarlo.
Atentos a las metas olvidamos la importancia del Camino. En la vida, como en los desplazamientos, a veces elegimos la autopista en vez del sendero entre los árboles. Y soñando con hipotéticos sucesos que han de acontecer, milagrosamente, a la llegada, llegamos a menospreciar el viaje mismo y a los compañeros de viaje, sin celebrar de vez en cuando el milagro de vivir y de estar juntos.
Y aquí la paradoja: como le pasaba a aquel gato del cuento oriental que intentaba alcanzar su sombra, cuanto más deprisa vas a más velocidad huye.
La prisa, esa enemiga del trabajo bien hecho, del disfrute de la comida o el paisaje, de la calidad de vida, nos tiene más atenazados de lo que debería. El movimiento Slow, al que me gustaría prestar más atención práctica, propone lo contrario: tomarnos nuestro tiempo para vivir, para disfrutar, para ser, para compartir.
Doy la razón, por tanto —si la razón es algo que pueda darse— a José Garrido y suscribo su frase: “Andar con prisas es de pobres”. 
Lo de la falta de clase, por cierto, lo dejamos para otro momento, que también es interesante.
P.S. Siempre me han extrañado las coincidencias. Vivo rodeado de demasiadas. Abro mi Flipboard y encuentro un artículo de Omid Safi muy interesante traducido al castellano: “La enfermedad de estar ocupado”, que puede consultarse en: http://alglutenbuenacara.com/2015/05/07/la-enfermedad-de-estar-ocupado/ Me ha permitido conocer una hermosa palabra nueva en árabe y persa: Haal, que ha amenizado mi viaje de hoy.

Ferdinandus, d.s. bajo el signo de Géminis.

* Los Papalagi, discursos de Tuiavii de Tiavea, jefe samoano. Reunidos por Erich Scheurmann e ilustraciones de Joost Swarte. Pastanaga Editors, Barcelona, 1977, página 18.

9 comentarios:

  1. A veces parece que el universo conjura contra uno moviendo infinidad de hilos, cables, resortes e incluso planetas con el único fin de darte un toque de atención. Y no te lo crees. Leo y veo y disfruto tus post pero esta vez parece que formas parte de algo mayor. No creo en las casualidades, o mejor dicho no creía. Este puede parecer un comentario un poco críptico y de cierto lo es. Solo decirte que sigas escribiendo y que me reservo un par de horas para escribir algo más "in extenso" que publicaré en mi blog para no sobrecargar esta página. Coincidencias, estress, tiempo...curioso.

    ResponderEliminar
  2. A veces contra uno... y muchas a favor, Miguel. Yo, en las casualidades, a veces creo y otras no. De lo que sí estoy convencido es de que existen sucesos curiosos que no están sujetos de forma exclusiva al azar, aunque carezca de referentes racionales para explicarlo. Espero tu comentario "in extenso". Será una fuente de reflexión interesante.

    ResponderEliminar
  3. Hola, Ferdinandus!
    Llego a ti por medio del blog de mi admirado José Garrido y me encuentro con una frase suya, a la que tú le pones el marco gráfico y caligráfico. Muy linda labor y de bella realización y resultado.
    La frase de José es muy acertada e irónica. Me gusta recordar esta otra del poeta Antonio Colinas, que publicó hace un montón de años en su magnífico libro en prosa "Tratado de Armonía": "La prisa es una carrera...hacia la muerte".
    Gracias por tus entradas, tus textos y tus caligrafías.
    Abrazos

    ResponderEliminar
  4. Buenas noches, Andrés. No conocía a Antonio Colinas y ahora, aún sin conocerlo del todo, como mínimo ya sé quién es —hace un rato he enredado un poco en su blog—. Lo bueno de compartir es que siempre se acaban aprendiendo cosas interesantes. Gracias por el comentario y me alegra saber que puedo aportar alguna sonrisa.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. No puedo menos que estar de acuerdo contigo y con lo que dices, con la frase de Antonio Colinas traída por mi amigo Andrés Guerrero y con Tuiavii de Tiavea. Incluso estoy de acuerdo conmigo mismo, gracias a tu amabilidad al poner mi frase en tan buena y superior compañía.
    Buen tema es el del tiempo, de la variada percepción que de él se tiene, según personas o situaciones, épocas o culturas. He vivido en sitios diferentes, desde una gran ciudad, una mediana hasta un pueblo de 2000 habitantes. Se viven tiempos distintos, ritmos diversos. El reloj funciona de otra forma, al menos su imperio es menos vigoroso y exigente cuanto menor es el lugar. Aunque entrarían otras consideraciones, es un buen principio para vivir mejor. Casi diría para vivir de verdad, al menos ciertas cosas.
    La jubilación también me ha hecho cambiar bastante su percepción y valor. Aunque me sigue faltando tiempo, ahora encuentro que me falta a mi, a mis cosas, y casi todas ellas tienen espera. Ya no rigen mis horas campanarios ajenos. Decía Umbral que el esqueleto es un antepasado que llevamos dentro y dado que el mío me ha salido achacoso y me ha hecho perder reprís, aún me tomo las cosas con más calma.
    Gracias Ferdinandus por reunirnos en tu casa de hermosas letras, capitulares, plumas y tintas, un lugar apacible para la reflexión, el disfrute y la sonrisa.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Nada que decirte Pepe; nada nuevo, me refiero, porque ya lo has dicho todo, y maravillosamente. Dios mediante, que dicen en mi pueblo, yo también espero pronto la jubilación. Un curso. Y ya voy preparándome para esa nueva etapa y esa nueva forma de entender un reloj que será más personal. De momento, sigo un consejo que escuché en una ocasión: mientras trabajes, vive de vez en cuando como si estuvieras jubilados; cuando te jubiles, actúa y vive cuando lo necesites como si estuvieras trabajando. En el buen sentido de la palabra, claro.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Queridos dos:
    Mucho menos puedo hacer yo que estar de acuerdo totalmente con vosotros.
    Mi envidia se va haciendo cada vez más insana al ver a José felizmente jubilado, a Ferdinandus a puntito -solo un curso más- de la jubilación y yo teniendo que esperar dos años y medio más para poder recuperar mi tiempo.
    Dicen quienes lo han experimentado que los jubilados carecen de tiempo, porque viven empleándolo en satisfacer los requerimientos de los demás, especialmente de los miembros de la familia que así se lo demandan. Y eso no parece tener que ver con el lugar donde vivas ni con tu actitud. Yo sueño con tener tiempo, con vivirlo egoístamente, con hacer lo que el trabajo no me ha dejado hacer durante muchos años. Anhelo un espacio abierto delante de mí, pleno de posibilidades y con amplitud de seducciones tras las que dejarme llevar -entendedme, seducciones nada carnales, aunque de las otras no sé si sabría y querría zafarme-.
    En fin, amigos, es un placer departir con vosotros y disfrutar de vuestras avezadas reflexiones.
    Abrazos a ambos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Estimando Andrés:
      No soy amigo de dar consejos —de recibir, si son buenos, sí, y los agradezco— pero, dadas nuestras edades, y en respuesta a tu sincero comentario, se me hace necesario pergeñar tres o cuatro consideraciones:
      1. Disfruta lo que tienes; no envidies nunca a nadie. Y menos a quien únicamente conozcas de referencias. Créeme, sé de lo que hablo.
      2. Aún no estoy en el ajo, pero si las cosas son como las imagino, o se parecen, me temo que en eso de la jubilación hay mucha mitología. “Jubilación”, de hecho, no es más que una etiqueta para definir una etapa de la vida relacionada, encima —qué vulgaridad— con un quehacer laboral obligatorio. Vendría a ser como “acuarela” relacionada con técnicas pictóricas; “hombre”, con sexo; “profesor”, con oficio; “casado”, con estado civil; “sueco”, con nacionalidad, etc. etc. Y, como cualquier etiqueta generalista, no suele significar, aplicada a un caso concreto, prácticamente nada. Porque lo importante, … son los DETALLES: lo que define nuestra identidad. Así que podemos esperar más o menos en función de cómo nos lo vayamos montando. Y de lo que la vida nos depare, que la importancia del azar no es baladí.
      3. Recuperar el tiempo. Hojea un día, si puedes, Los Papalagi. El tiempo está o no está, pero no lo malutilicemos en soñar con “recuperarlo”, “ahorrarlo” o cosas por el estilo. Estamos en él, Andrés; somos en él; creemos que lo aprovechamos o lo malgastamos así o asá, pero nada más. Por si te sirve de algo, yo hace tiempo descubrí una máxima que intento seguir: “Mientras trabajes, piensa y actúa en alguna ocasión como si ya estuvieras jubilado; cuando te jubiles, piensa y actúa de vez en cuando como si todavía estuvieras trabajando”. De hecho, para gente a la que admiro, la jubilación no ha sido tanto un descanso o un abandono del trabajo sino una serie de cambios en sus ocupaciones. Para otros, en cambio, parece limitarse a ir a aburrirse al parque a abominar de los tiempos que corren mientras les dan de comer a las palomas o recoger a los nietos a la salida del colegio.
      4. En cuanto a la relación entre los requerimientos de los demás —que pueden tanto una forma de presión como una posibilidad de realización— y eso que tú llamas egoísmo, no la veo contradictoria. Te remito a una caligrafía previa, la de la frase del rabino Hillel. O al malinterpretado mandamiento cristiano de “ama al prójimo como a ti mismo”, donde se omite que, para hacerlo bien con otros, hay que empezar haciéndolo bien con uno.

      Un abrazo, Andrés.

      Fernando (alias Ferdinandus, d.s.)

      Eliminar
    2. Estimado Fernando:
      Acepto de grado y con gusto tu consejo y explicación. Y estoy de acuerdo con ella, aunque siga anhelando un descanso pertinaz.
      Ciertamente podría haber recuperado el tiempo hace ya tiempo, pero mi hiperactividad me ha llevado a otros jardines, huertos y arrabales en los que emplear el poco que ya tenía.
      Me declaro vencido por la prisa, aunque sea "una carrera hacia la muerte" y no quiero desengañarme y me estimulo pensando en que al final, aunque sea de mi días, la dominaré y sujetaré.
      Bueno, sigo practicado el sujetarla, aunque me arrastre por las calles.
      Gracias de nuevo, amigo.
      Un abrazo, Fernando

      Eliminar